APUNTES DESDE MI HOGAR

Un viaje inesperado (2)

Escrito en OPINIÓN el

Debido a su compleja comunicación con el resto del mundo y su escasa producción agrícola y comercial, Reykjavik resulta una ciudad donde todo es bastante costoso, incluyendo el agua que se vende en las tiendas. Por ejemplo, un litro, desde luego en botella de vidrio retornable, cuesta tres mil coronas. Cada mil coronas equivalen a ocho dólares, saque usted sus cuentas. Pero cabe la ventaja de que, como el agua es purísima, portando termos para recargar en cualquier llave, puede uno mantenerse hidratado sin costo.

Al tercer día, abordamos el barco. Uno agradece el orden, la pulcritud, la eficiencia y las buenas maneras con que se llevan a cabo los procedimientos en aquél país. Juanleo y Brooke tuvieron la atención de brindarnos toda clase de comodidades y aún más, así que transcurrimos con felicidad completa.

Ya he mencionado que no soy fan de los cruceros por la sencilla razón de que disfruto siendo sedentaria, y este tipo de viajes ofrece numerosos programas y actividades para pasar las horas entretenidas. Ninguna se acercaba a mis inclinaciones, lamentablemente, pero fue gratificante percibir la destreza de mi nieto León para todos los deportes y su habilidad mental para las matemáticas. Su hermana Abby no nos acompañó en el viaje porque en estas fechas le ocupa la investigación correspondiente a su doctorado en Biología.

Excepto las funciones de teatro en las noches, mi mayor deleite fue enamorarme nuevamente de Pamuk conforme avanzaba su libro, o pasmarme con los paisajes cuando levantaba la vista al mar. Y desde luego, escanciar unos tequilas en el Pub Irlandés, ya que aún dentro del barco, la temperatura era más que fresca.

He podido constatar, en otros viajes al exterior, que los mexicanos somos identificados no por las canciones de Manzanero, ni de Lara, ni de José Alfredo, sino por la célebre “Bésame mucho” de Consuelito Velázquez. La escuchamos todos los días a diferentes horas, en piano, cuerdas, en grupo, en dueto.

El Pub, abierto las 24 horas, y a pesar de que hay otros y muy variados cafés, restaurantes y bares, fue mi favorito. Diseñado en forma de herradura, los gabinetes con asientos de piel, con ventana panorámica al mar, situaban hacia el centro un nivel ligeramente abajo, la música en vivo en todo momento.

Por ratos suspendía la vista al mar para echar un ojo al ruedo. Fabulosa la pareja musical mixta que repetía en las tardes “La Carcacha”. Las señoras de cierta edad, de diferentes nacionalidades, se desataban el chongo bailando “paso, paso a pasito, no dejes de tambalear”.

Es conocido que, de no ser por su origen latino o afrodescendiente, los demás ciudadanos del mundo se significan por la ausencia del sentido ritmo. Había que ver el entusiasta esfuerzo de las damas al son del “bidi bidi bom bom” de Selena Quintanilla. Pero ellas se sentían dichosas, realizadas y, ser feliz, debe ser obligado propósito en los últimos años de vida, pues!

La ventaja o desventaja de aquellos lares es que aunque el sol se ponga, el atardecer y el amanecer son uno sólo. Nunca deja de haber claridad, así que: o se pone antifaz para dormir o se corre una cortina oscura, porque si se desea, desde el balcón del camarote se puede apreciar el mar a toda hora gracias a la iluminación que, de paso, embellece a las nevadas montañas o a los lejanos glaciares. (Para completar el cuadro, recuérdese la bossa nova “Midnight sun”).

Nunca he negado que soy dormilona, causa por la que suelo perder el horario de los desayunos, pero afortunadamente el Pub del piso número ocho, en horario completo ofrecía unos sándwiches muy parecidos a los de cafería Pop de Mérida, buen café, y atención esmerada.

Por mi asiduidad, caí en cuenta que la misma jovencita atendía nuestra mesa y otras tantas, hasta que le pregunté de cuántas horas consistía su jornada, pues en diversos itinerarios se la veía fresca y animosa. Me explicó que de doce a quince horas, alternando con doce de descanso para dormir o para descender del barco si se deseaba conocer el lugar de estancia.

Atendiendo a una brevísima entrevista, indicó que era natural de Argentina. Con cierta prudencia evadió hablar de la situación política, pero señaló que, al igual que otros jóvenes, salían del país en busca de nuevas oportunidades. Ella la encontró en el crucero, porque el sueldo es magnífico, al igual que las propinas. Pretende trabajar dos años más, ya que el barco brinda alimentación y vivienda, y con lo ahorrado le alcanza para comprar un departamento en Buenos Aires.

Nuestra familia expresó auténtico respeto por Camila Vargas, una chica de nuestros días con metas aguardando ser cumplidas, producto de su empeño en el trabajo.

(Continuará)