Luego de un miércoles intenso entre los señalamientos del Gobierno de Tamaulipas sobre el desfalco de Cabeza de Vaca y los golpes de Alito a Noroña en el Senado, ayer prevalecieron las reacciones de todos los frentes.
La postura de Morena fue en el sentido de la mayoría; respecto a que la agresión reflejó lo que siempre ha sido el PRI, pues si quien encabezó el partido no se inmutó en ejercer violencia en plena sesión del Senado y, lejos de disculparse ha buscado defender y justificar sus acciones, incluso participando en una marcha, entonces qué podemos esperar de dicho instituto político.
Más de 80 años acaparando el poder en México y tantos episodios de violencia represora como la matanza del 68, han dejado claro los “valores” del partido político tricolor, razón por la que hoy en día está en la lona, sin el poder sindical acaparador que tenía a nivel nacional y sin esperanzas de regresar a ocupar la mayoría en las cámaras, gubernaturas y alcaldías, como en los viejos tiempos.
Sus intentos de mostrar un rostro más “amigable” del PRI ha sido un intento desesperado de aferrarse a un poder que ya no tienen, pero también es inverosímil para las nuevas y viejas generaciones que tienen claro, que es un partido que no debe de regresar al poder en el país.
La demostración del miércoles fue algo serio, pues el escenario no era un ring ni una cantina, sino el Senado, y quien propinaba los golpes ha estado en lo más alto de su partido y es un funcionario de primer nivel.
A esto se suma el hecho de que sus compañeros participaron también en las agresiones sin inmutarse, todo captado en videos desde diversos ángulos, además de que se transmitía en vivo en cadena nacional, por eso la presidenta Claudia Sheinbaum dijo que Alito y sus secuaces, son unos “porros, autoritarios e hipócritas”.