El conflicto entre Israel y Palestina está enraizado en una compleja narrativa proveniente de un legado histórico, político y cultural. Como antecedente, la declaración Balfour emitida por el gobierno británico en 1917, expresaba el apoyo para el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío. Tras la derrota del imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, la Liga de las Naciones otorgó a Gran Bretaña mandato sobre Palestina en 1922, que se extendió hasta 1948, periodo en que se favoreció la inmigración judía. Esto provocó tensiones y enfrentamientos con la población árabe local que veía con recelo la perspectiva de un Estado Judío en su tierra. Después de la Segunda Guerra Mundial en que se diezmó a la población judía en Europa, se intensificó la presión para resolver el problema de refugiados judíos. Al no poder resolver el problema árabe-judío, el gobierno británico lo traspasó a la recién formada Organización de las Naciones Unidas (ONU). Un comité especial de esta organización propuso, en 1947, un plan para partir Palestina en dos estados independientes, uno árabe y otro judío, con un régimen internacional especial para la ciudad de Jerusalén. La Asamblea de la ONU votó a favor de la mencionada partición de Palestina mediante la resolución 181. Los líderes judíos aceptaron el plan. aunque con reticencia porque consideraban las divisiones territoriales desfavorables, pero los líderes árabes rechazaron el plan por violar el derecho de la mayoría árabe Palestina.
A medida que el mandato británico llegaba a su fin se intensificó la violencia en Palestina dando origen a una guerra civil. El 14 de mayo de 1948, día que expiró el mandato británico, David Ben-Gurión, líder de la comunidad judía en Palestina, proclamó el Estado de Israel. Egipto, Transjordania, Siria, Líbano e Irak invadieron el recién creado estado, iniciando la guerra Árabe-Israelí de 1948. Al concluir ésta en 1949, Israel no solo reafirmó su independencia, sino que expandió su territorio más allá de las fronteras designadas en el plan de la ONU. A partir de entonces hubo una nueva configuración de relaciones de fuerza en el Medio Oriente caracterizada por la presencia de un conflicto persistente, donde Israel no ha ocultado su plan expansionista presente de origen. El conflicto se recrudeció cuando en octubre de 2023, el movimiento de resistencia islámico Hamas, inició ataques sobre Israel con lanzamiento de cohetes, ataques contra ciudades y bases militares y toma de rehenes, entre ellos, civiles. En respuesta, Israel condujo más de 6 MIL ,000 bombardeos en la franja de Gaza (Palestina). La oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios reportó el 12 de octubre de 2023, que los bombardeos de Israel se llevaron a cabo por aire, mar y tierra destruyendo múltiples edificios residenciales en sitios de alta densidad poblacional en Gaza. El 19 de octubre de 2023, expertos de la ONU denunciaron abiertamente que bombardeos israelís a hospitales y escuelas, considerándolos crímenes de lesa humanidad e hicieron un llamado para prevenir un genocidio de la población en Palestina. Desde 2023 la destrucción de Gaza por el gobierno israelí ha continuado. Según la Organización Médicos sin Frontera (https://www.msf.es/genocidio-gaza), para el 9 de julio de este año, 57,680 personas han muerto en Gaza, un tercio son menores de 18 años, 17 mil 121 fueron niñas y niños. Los equipos de Médicos sin Frontera han sido testigos del genocidio cometido por las autoridades israelís. Han observado acciones como asesinatos, desplazamientos masivos, destrucción de infraestructuras civiles vitales, bloqueo a suministro de alimentos, agua y medicinas. En resumen, las autoridades israelíes están destruyendo deliberadamente las condiciones necesarias para la vida de los palestinos, con la ayuda abierta del gobierno de Estados Unidos que ha criminalizado las protestas contra el genocidio en Gaza.