COMPARTIENDO OPINIONES

Frustración

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Hace unos días, en el periódico “El Mañana”, se presentó una estadística sobre el número de suicidios del mes pasado: fueron 5. De hecho, tanto en Nuevo Laredo como a nivel mundial, la cantidad de personas son jóvenes. El gobierno de México ha implementado la llamada “línea de la vida”, y lo ofrece como un recurso de ayuda a quien se sienta atraído por la idea de quitarse la vida.

Es cierto que muchos de nosotros atraídos por el éxito, la fama, el reconocimiento, la admiración, sentimos que, al no alcanzarlas, solemos sentirnos frustrarnos. El miedo a la vida, a la responsabilidad, a las dificultades que encontramos en el trascurso de la vida, suelen aturdir nuestros pensamientos de tal manera que, son capaces de renunciar a la vida, algunos de manera literal y otros, a través del escape que nos dan las adicciones o las redes electrónicas. 

Hace un par de años, dentro de un evento de la jornada mundial de los jóvenes, el Papa Francisco dijo:

Ha dicho que todos nos sentimos “peregrinos”. Es una hermosa palabra, cuyo significado merece ser reflexionado. Literalmente significa dejar de lado la rutina cotidiana y ponernos en camino con un propósito, moviéndonos “a través de los campos” o “más allá de los confines”, es decir, fuera de la propia zona de confort, hacia un horizonte de sentido. En el término “peregrino” vemos reflejada la conducta humana, porque cada uno está llamado a confrontarse con grandes preguntas que no tienen respuesta, [no tienen] una respuesta simplista o inmediata, sino que invitan a emprender un viaje, a superarse a sí mismos, a ir más allá. Es un proceso que un universitario comprende bien, porque así nace la ciencia. Y así crece también la búsqueda espiritual. Peregrino es caminar hacia una meta o buscando una meta. Siempre está el peligro de caminar en un laberinto, donde no hay meta. Tampoco hay salida. Desconfiemos de las fórmulas prefabricadas, desconfiemos de las respuestas que parecen estar al alcance de la mano; desconfiemos de esas propuestas que parece que lo dan todo sin pedir nada. Desconfiemos. La desconfianza es un arma para poder caminar adelante y no seguir dando vueltas.

No debemos tener miedo de sentirnos inquietos, de pensar que lo que hemos hecho no basta. Estar insatisfechos —en este sentido y en su justa medida—, es un buen antídoto contra la presunción de autosuficiencia y contra el narcisismo. El carácter incompleto define nuestra condición de buscadores y peregrinos. Estamos caminando “hacia”. Estamos llamados a algo más, a un despegue sin el cual no hay vuelo. No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro. Y aquí, no se olviden de mantener viva esa memoria del futuro. ¡No estamos enfermos, estamos vivos! Preocupémonos más bien cuando estamos dispuestos a sustituir el camino a recorrer por el detenernos en cualquier oasis —aunque esa comodidad sea un espejismo—; cuando sustituimos los rostros por las pantallas, lo real por lo virtual; cuando, en lugar de las preguntas que desgarran, preferimos las respuestas fáciles que anestesian; y las podemos encontrar en cualquier manual de trato social, de cómo comportarse bien. Las respuestas fáciles anestesian.

Sean protagonistas de una “nueva coreografía” que coloque en el centro a la persona humana, sean coreógrafos de la danza de la vida. Tengan la valentía de sustituir los miedos por los sueños; sustituyan los miedos por los sueños, ¡no sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños!

Me gusta pensar que en el Génesis las primeras preguntas que Dios hace al hombre son: “¿Dónde estás?” y “¿Dónde está tu hermano?”. Nos hará bien preguntarnos, preguntémonos: ¿dónde estoy? ¿Estoy encerrado en mi burbuja o corro el riesgo de salir de mis seguridades para ser un cristiano practicante, un artesano de la justicia, un artesano de la belleza? Y también: ¿dónde está mi hermano? Ustedes, queridos estudiantes, peregrinos del saber, ¿qué quisieran ver realizado en el mundo? ¿Qué cambios, qué transformación?

También este anciano que les habla -porque ya estoy viejo- sueña que su generación sea una generación de maestros: maestros en humanidad, maestros en compasión, maestros en nuevas oportunidades para el planeta y sus habitantes, maestros de esperanza. Y maestros que defiendan la vida del planeta amenazada en este momento por una grave destrucción ecológica.

La contribución femenina es indispensable. En el inconsciente colectivo cuántas veces está pensar que las mujeres son de segunda, son suplentes, no juegan de titulares. Y eso existe en el inconsciente colectivo. La contribución femenina es indispensable.

Padreleonardo@hotmail.com