En circunstancias normales, la postura de un presidente estadounidense de imponer o no alguna medida, como una serie de aranceles a un país o grupo de naciones, sería firme y anunciado con antelación para aplicarse a partir de una fecha en particular, pero con la administración Trump esto no es así.
Queda claro que nada está firme y todo puede revertirse, suspenderse, aplazarse, aumentar, disminuir, etc., y aunque por ahora lo acordado es suspender por 90 días, claro, dejando los aranceles del 25 por ciento a automóviles y del 50 por ciento al acero, aluminio y cobre, pero durante esos tres meses, sin duda seguirá la dinámica de montaña rusa política, con sus frecuentes y muy extremos altibajos.
Viendo el lado bueno de todo esto y siendo realistas, es posible que este sea el escenario más favorable, al menos de los que tenían alguna posibilidad real de ocurrir, pues se gana -otra vez- un poco de tiempo; aunque para muchos empresarios, transportistas, la parte del gobierno involucrada en las negociaciones bilaterales y de alguna manera para México en general, solo aumenta el suplicio, pues hay quienes a este punto ya solo quieren que lo que vaya a ser, que se defina de una vez por todas.
Para ese segmento en la primera línea, esos tres meses seguirán siendo de incertidumbre y llegada la fecha viviremos de nuevo conjeturas como la de esta semana en la que vencía la fecha de la amenaza de imponer aranceles del 30 por ciento a los productos provenientes de México a Estados Unidos, con la posibilidad de que terminen siendo del 15 por ciento como ocurrió con la Unión Europea, y estaría latente también el probable escenario de ordenar aplicarlos de un momento a otro para luego de una horas suspenderlo bajo ciertas condiciones que deberían cumplirse en cierto plazo, como ya ha ocurrido en estos primeros 6 meses de la segunda era Trump.
Cinemex podría estar despidiéndose de Nuevo Laredo, luego de que por años tuvo dos sucursales en la ciudad, con el fin de las operaciones de la última que quedaba y sin planes a corto plazo de reapertura o nueva ubicación, nuestra frontera de más de 425 mil habitantes se quedaría solo con un par de cines para toda la población.
Si bien no era el cine más popular en la localidad, su ausencia podría saturar a los otros dos de marca distinta que permanecen.
Respecto a este y los otros cines, así como diversas franquicias en la ciudad, parecen tener en común el descuido tanto en sus instalaciones como en el servicio que ofrecen, lo que siempre suele ser un factor determinante en el desánimo clientelar, que termina motivando el cierre.
Los cines en Nuevo Laredo han tenido en los últimos años una serie de quejas en ese sentido, desde un sonido opaco en sus salas, hasta el mal servicio en la dulcería, desaseo y otros aspectos, además de que se ubican solo en el centro y sur de la ciudad, mientras que el poniente, que es el cuadrante más poblado no tiene siquiera una sucursal, esto a pesar de que diversos negocios encaminados al entretenimiento en dicho sector, suelen ser muy concurridos.
