PASADIZO SECRETO

IMSS, la ‘receta’ del miedo

Escrito en OPINIÓN el

Al menos en Nuevo Laredo, muchos ciudadanos han dado cuenta de personas que han requerido de algún tipo de atención hospitalaria en el Seguro Social y que este se les ha negado o alargado su atención, comprobando con esto que en las consultas tan solo ofrece el IMSS, la “receta” del miedo.

Temor que se conjuga con ese sentimiento de impotencia al recordar que para obtener ese beneficio y como todo trabajador, implicó el pago de aportaciones a esa institución de salud, y que, al momento de requerirlo, de utilizarlo, probado está que más que recibir un beneficio, se obtiene del IMSS un enorme desprecio.

Entonces madres, padres, hijos, hermanos y hermanas dan cuenta que al momento de acudir por una urgencia médica ya fuera ésta leve, grave o de pronta cirugía, la atención por parte del Seguro Social se torna difícil, empantanada dentro de un burocratismo, de una lentitud que denota cierta complicidad para parar, atorar por decir así, todo avance que genere de parte de ellos ese gasto del derechohabiente.

Basta con acudir a las afueras del hospital del Seguro Social para dar cuenta de la tristeza que le embarga a cuanta gente deambula por ahí, ver y con sentimiento como es que la impotencia se conjuga con esas sus inconsolables lágrimas que hablan del deficiente trato y maltrato recibido para con sus familiares directamente del IMSS.

Para esto bueno sería preguntar entonces ¿qué pasa en el Seguro Social? ¿Por qué no se logra superar esas décadas de malas atenciones? ¿Hasta cuándo van a dejar de fingir un buen servicio? ¿Quién en verdad se beneficia al dar ahí un deficiente servicio?

Si en este momento se detallaran uno a uno los casos de negligencias y malas atenciones que viven los derechohabientes todos los días, las estadísticas a nivel nacional, estatal y local serían insuficientes los espacios para externar todas estas fallas.

Sin embargo, esas mismas estadísticas podrían hacerse a un lado al verse entre la propia comunidad en este caso de Nuevo Laredo, esos cientos de personas que por algún motivo demandan de atención a su salud a esa institución.

Ver con cierta impotencia que muchos por no decir que en su mayoría optan por esas otras formas de resolver esa urgencia médica de su cercano familiar, al ver agotado su tiempo, esa paciencia, quizás hasta los recursos al ya sentirse cansados de acudir una y otra vez al IMSS para que los escuchen, los atiendan.

Opciones que van desde pedir prestado en esas distintas tiendas departamentales, endeudándose por meses o por años, realizar rifas, loterías, bingos, venta de antojitos, incluso mal vendiendo su carro, empeñando sus escasas joyas.

Todo este tipo de acciones el Seguro Social lo sabe, porque igual los familiares de los derechohabientes, el propio o la propia derechohabiente se los han ido a externar ante esa nula atención.

Cierto es que el Seguro Social tiene una sobre carga de pacientes, de consultas por lo mismo escasean los medicamentos, los tiempos para atender cirugías, pero cierto es también que esa mala atención se vuelve como una “costumbre”, al ver que cuando no se tiene tanta demanda de pacientes o cirugías el trato es exactamente el mismo.

Muchas, pero muchas historias tristes se pueden conocer a través de tanta gente que ha sufrido, padecido de las deficiencias del IMSS, narraciones que van desde una fractura de brazo que se programó hasta dentro de tres meses, o una cirugía de vesícula que lleva casi seis meses el paciente esperando. Un simple examen médico o de laboratorio que conlleva una cita de meses para saber a través de este, el estado de la salud del paciente y tratar con certeza la molestia que le aqueja, rematando con la cita con el especialista que dura otros meses más y que se ruega para que no se reprograme.

¿Cuántas historias más como estas se necesitan para que el Seguro Social, su personal, entienda de una buena vez que su trabajo ya no es tan eficiente? ¿Qué se necesita para lograr el que la simpatía retorne si es que alguna vez ahí existió y se perciba ahora sí y con eficiencia su labor?

¿Que se tiene que hacer para que lo que ahí se “recete” como servicio, como esa correcta atención al derechohabiente ya se perciba como algo que en verdad devuelve la salud? Quizás la respuesta sea una de dos: eliminar y por completo del Seguro Social el sindicalismo, o de plano dejar al sindicalismo sin su Seguro Social.