Los animales tienen un natural instinto de conservación. Cuando sienten un peligro, huyen de él, porque este instinto tiene una lección clara: lo más importante es la supervivencia. Sin embargo, este instinto parece desaparecer en algunos humanos que, de manera temeraria, por la obsesión de tener una anécdota que contar, una selfie o por la adrenalina, se exponen de manera imprudente a riesgos innecesarios.
Esto me viene a la mente con los famosos festejos de San Fermín, cuyo evento estelar, la pamplonada, suele tener una participación muy elevada de espectadores, como de temerarios que, en estrechos callejones, son perseguidos por toros, hasta llegar a una plaza de toros. ¿Consecuencias? 40 lesionados.
Esta actitud nos hace diferentes de todos los seres vivos. Mientras unos su único objetivos es sobrevivir, para los humanos es vivir, es ser admirados, exitosos, envidiables, aunque esto ponga en riesgo nuestra supervivencia.
En un artículo de internet sobre el sentido de la vida, encontré la siguiente idea:
“Víctor Frankl responde a esto como una cuestión de voluntad. Frankl es muy agudo al señalar qué es eso de la voluntad que tenemos que rescatar. Él nos dice que, por ejemplo, en algún momento las otras personas nos pueden despojar de todo lo que tenemos, nuestra familia, nuestra ropa, nuestra casa, bueno absolutamente todo, excepto una cosa, una sola cosa es imperturbable para Frankl, nadie nos la puede quitar, y esa cosa es la decisión de como enfrentamos las cosas, es decir, la actitud que tomamos para abordar la realidad.
“Para cada suceso que vivimos, Frankl nos dice que nosotros estamos decidiendo constantemente la actitud con la que recibimos esas circunstancias. Por ejemplo, yo puedo tener una vida satisfactoria, en la que puedo decir: tengo casa, un coche, un perro, un jardín, un buen trabajo, una buena familia, una buena pareja… es decir, puedo tener todo el ideal de este sistema y aún así me puedo sentir absolutamente insatisfecho. Que porque la casa del vecino es más grande, o su camioneta es más nueva, o yo qué sé, pero yo quiero tener más, por lo tanto mi condición existencial se vuelve miserable, porque en vez de apreciar lo que tengo a un lado, lo que tengo aquí y ahora, y de lo cual puedo disfrutar, no lo estoy mirando porque estoy mirando lo que no tengo, y esa es una actitud. Yo decido a qué le pongo atención, si a lo que no tengo o a lo que sí tengo, y Frankl nos dice que esa es la actitud que marca la diferencia entre que una persona sobreviva y otra no, porque es es nuestra actitud lo que le da sentido a la vida.
“A mí lo que me encanta de esta definición de Frankl es, precisamente, el hecho de que constantemente podemos resignificar nuestra vida a partir de la actitud que tomamos en ciertas circunstancias. La vida puede transformar su sentido mientras la vamos viviendo, todos los días podemos encontrar algún sentido distinto a nuestra vida. El asunto es qué sentido, o cómo se lo encontramos, y ahí está nuestra responsabilidad como individuos, es una decisión personal, cada quien decide qué sentido le va a dar a su vida dependiendo de la actitud con la que aborde la circunstancia que está experimentando en un momento determinado.”
Hasta aquí las ideas. Los creyentes encontramos un sentido a la vida basado en las enseñanzas del Señor, no como un conjunto de enseñanzas o preceptos, sino cuando impregnan la vida dándole forma y sentido. Un sentido que se basa en el respeto a la naturaleza, la sociedad y con uno mismo.,
No necesitamos conductas temerarias: la aceptación de otros no es suficiente para darle un sentido a la vida. Pero en ello, como siempre, usted tiene la última palabra.
Padreleonardo.hotmail.com