La idea de volver a tener una Policía Municipal en los municipios tamaulipecos que hace más de una década desmantelaron a dichas corporaciones por no pasar los exámenes de control y confianza, ha llamado sin duda la atención de los neolaredenses, acostumbrados a una dinámica que a muchos foráneos parece inaudita, la de no tener un cuerpo policial de la localidad que atienda los reportes y delitos del fuero común.
Para los neolaredenses, ver a militares y a la Guardia Estatal como encargados del patrullaje es la normalidad desde hace mucho, y aunque los llamados del 911 son dirigidos a estas corporaciones, el propósito de de éstas es otro, pues su entrenamiento e incluso el equipamiento que se les asignó, se inclina al combate de grupos delictivos, más que atender los crímenes “menores” como los robos, reportes de violencia familiar, entre otros.
Obviamente, de concretarse esta iniciativa en Nuevo Laredo, habrá grandes retos que estarán marcados por el histórico episodio en el que se desmanteló la Policía Municipal, pues legal y moralmente, habría una obligatoriedad de ser estrictos con los perfiles de quienes integrarán este departamento.
Claro, el reclutamiento podría ser complejo, pues si bien existen guardias de seguridad del sector privado, la mayoría no tiene los antecedentes ni el entrenamiento necesario para estas labores, al menos no quienes estén en edad de incorporarse, por lo que habría que comenzar desde cero, tal vez incluso con una academia, como ocurre con el Departamento de Tránsito.
Una Policía local tiene sin duda el beneficio de estar familiarizada con las calles y dinámica de la ciudad, lo que no ocurre con los militares que están sujetos a rotación constante, aunque corporaciones como Sedena, tienen una buena aceptación y confianza de los ciudadanos, de acuerdo con las encuestas del Inegi.