SOPA DEL DÍA

Deudas y delirios: recetario legislativo para el desorden financiero

Escrito en OPINIÓN el

¿Qué haría usted si le ofrecieran una tarjeta de crédito sin límite para arreglar la banqueta, comprar faroles nuevos o levantar un puente donde ni hay río? ¿Diría usted “¡Adelante!” o pensaría en el recibo que llegará después? Pues eso mismo, con menos glamour y más letras chiquitas, están proponiendo ahora los diputados de la mayoría en el Congreso de Tamaulipas.

Los diputados de Morena, PT y Verde que llegaron con la bandera de la austeridad, ahora quieren invitar a los 43 ayuntamientos del estado a que se endeuden alegremente. ¿Para qué? Para “mejorar la infraestructura”, dicen. Pero la iniciativa —que ya fue dispensada de análisis en comisiones, porque aquí la prisa es virtud— no trae ni una evaluación técnica, ni un diagnóstico serio, ni un plan concreto. Es como si usted fuera al médico y, sin revisarlo, le recetara cirugía a corazón abierto.

La propuesta invita a los municipios a meter mano a los recursos del Fondo de Participaciones y del Fondo de Infraestructura Social. En otras palabras: a pedir prestado contra el dinero que aún no llega. Es un tipo de futurismo financiero donde todo es posible… menos la transparencia.

Porque endeudarse, lo sabemos todos, no es pecado. Uno puede pedir un crédito para abrir una pastelería o comprar una estufa nueva, con el sueño de que el horno pague los intereses. Pero lo que aquí se sugiere es más parecido a empeñar la casa para pagar la fiesta de 15 años. Gastos bonitos, sí. Pero efímeros, caros y, a la larga, inútiles.

¿Y dónde está el análisis serio? ¿Quién garantizó que la deuda no se irá a gasto corriente? ¿A cuántos de esos municipios se les han auditado ya las obras previas? ¿Qué pasó con la rendición de cuentas que tanto prometieron?

Pedir dinero sin explicar para qué, cómo ni cuándo se va a pagar, no es planeación. Es improvisación. Y si no es irresponsabilidad, entonces es cinismo.

Queremos municipios fuertes, sí. Con carreteras dignas, agua potable, parques en pie y luminarias que funcionen. Pero también queremos gobiernos que nos respeten lo suficiente como para explicar en qué se gastan nuestro dinero y por qué van a pedir más. Ya tuvimos suficientes sexenios de opacidad con disfraz de progreso. No repitamos la historia con otro color de logotipo.

El crédito no es el enemigo. La ignorancia técnica, sí. La opacidad, también. Y la prisa legislativa sin sustancia, esa sí que es una enfermedad crónica del poder.

Así que antes de firmar ese pagaré colectivo, convendría recordar una verdad que sabe cualquier ama de casa: endeudarse no es lo mismo que administrar.

Y prometer infraestructura sin decirnos cómo se construirá, es como empeñar el auto, y con el dinero prestado invitar a todos a una fiesta… Irracional.

¿Ustedes qué opinan?