Hace unos días, el reportero Jorge Ramos, escribió un breve reportaje que describe una manera de comportamiento que se va haciendo cada vez más común entre nosotros, del cual, se ha inventado un verbo, que hubiera parecido un anglicanismo intraducible al español: “Escrolear”.
“Nos pasamos la vida “escroleando”. Esto viene del nuevo verbo Escrolear, que es la hispanización de la palabra “scroll” en inglés. A la Real Academia de la Lengua Española no le gusta escrolear, y prefiere el uso de “desplazarse” (por la pantalla). Lo que pasa es que cuando uno está escroleando y pasando con un dedo de un video a otro, de una imagen a otra, no solo estás desplazándote verticalmente y hacia abajo en la pantalla del celular sino, también, entrando en una aturdida zona mental caracterizada por la repetición y por las pequeñas recompensas. Cada video es como un premio o un mini postre. Y se vuelve visualmente adictivo. Un vicio.
¿Cuánto tiempo pasamos escroleando? Demasiado. Los estadounidenses pasan casi dos horas y media al día, en promedio, escroleando productos que quisieran comprar o lugares a donde quisieran estar, según una encuesta publicada por el diario The New York Post. Es decir, se pasan casi 36 días al año escroleando como consumidores potenciales. Y esta encuesta no incluye todo el tiempo que se pasan en las redes sociales viendo videos de gatos y gente cayéndose.” (Jorge Ramos)
Tal fascinación a este nuevo escaparate en que se han convertido los celulares, en el cual son cada vez más un escape a la pobreza o al aburrimiento para muchos jóvenes, o no tan jóvenes.
La semana pasada, dentro de las noticias que aparecieron en “El Mañana”, se publicó la noticia de una joven influencer de 19 años, quien deseosa de fama y vistas, aceptó el reto de hacer un “dusting”, es decir, consumir algunos productos o desinfectantes, para mostrar a un público ávido de morbosidad. El tipo de disolvente que eligió, fue el de un spray para desinfectar teclados.
Tristemente para ella, sufrió de una intoxicación de la que no pudo recuperarse… Sus padres tuvieron que pedir, a través de las redes sociales, ayuda para poder cubrir los gastos funerarios.
Son muchos los que han hecho retos como este, del cual, solamente conocemos los que tienen un desenlace fatal.
Hoy buscamos en las redes sociales no solamente una distracción, un deseo de que otro nos descubra, nos admiren, nos envidien…. Cuando realmente son pocos los que han llegado a miles de vistas. El anonimato es para muchos un castigo difícil de soportar, equiparándolo a un fracaso
En un artículo publicado hace varios años por Vatican News
El camino de la felicidad comienza contra corriente: es necesario pasar del egoísmo al pensar en los demás. Estar tristes, decían los padres del desierto, es casi siempre pensar en sí mismos. De esta manera, observa Francisco, “cuando la vida interior se encierra en los propios intereses” y no “hay espacio para los demás” no se goza más de “la dulce alegría” del amor. En efecto, “no se puede ser felices solos”. El Papa invita a redescubrir la generosidad, porque “porque Dios ama al dador alegre” Es necesario vencer la tentación de encerrarse a sí mismo, de aislarse, creyéndose autosuficientes, porque todos tenemos necesidad de fraternidad. La vida adquiere sentido “en buscar el bienestar del prójimo” deseando la felicidad de los demás: “Si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, esto es ya suficiente para justificar el don de mi vida”.
Hasta aquí el artículo. Dejemos de buscar en un celular nuestro principal distractor, sino cono una herramienta para descubrir mis potencialidades propias y las de los demás. Pero en ello, usted tiene la última palabra.
Padreleonardo.hotmail.com