COLUMNA INVITADA

México ante el ruido arancelario: firmeza, no pánico

Escrito en OPINIÓN el

La noticia de la semana, a pesar de no haber gustado en la Casa Blanca, es más mediática que comercial: el Tribunal de Comercio Internacional de Estados Unidos anuló los aranceles decretados por el presidente Donald Trump el pasado 2 de abril, en lo que él bautizó como el “Día de la Liberación Económica”. La resolución, emitida por un panel de tres jueces federales en Nueva York, invalidó buena parte de las tarifas impuestas bajo la Ley de Poderes Económicos en Caso de Emergencia Internacional (IEEPA). Pero, ¿con esto pueden México y el mundo respirar aliviados? Definitivamente no. Al final del día, es más ruido que nueces.

El fallo representa sin duda un revés jurídico para Trump y una victoria momentánea para quienes defienden el libre comercio y el respeto al derecho internacional. Pero, al mismo tiempo, debe entenderse como una pausa, no como un punto final. Apenas minutos después del anuncio, la Casa Blanca confirmó que apela el fallo ante la Corte Suprema, donde el expresidente cuenta con una cómoda mayoría de jueces favorables a su visión.

Mientras tanto, una corte federal de apelaciones reinstauró temporalmente los aranceles mientras se resuelve la apelación, lo que significa que, en términos prácticos, las tarifas siguen vigentes, y la incertidumbre para nuestros exportadores permanece.

Hay que decirlo con claridad: el fallo limita el uso de la IEEPA, una ley de 1977 pensada para congelar activos de gobiernos hostiles o sancionar el financiamiento del terrorismo, pero que Trump usó para imponer aranceles comerciales. Los jueces concluyeron que la IEEPA no otorga al presidente poderes ilimitados para castigar con aranceles a casi todos los países del mundo bajo supuestas “emergencias” de inmigración, fentanilo o déficit comercial. Un precedente jurídico importante, sí, pero que no deja sin armas al mandatario estadounidense.

Trump todavía tiene en su arsenal la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962, que le permite imponer aranceles por razones de seguridad nacional. De hecho, los gravámenes al acero, aluminio y autos, impuestos con esta base legal, no fueron anulados por el fallo. También puede recurrir a la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, usada previamente para sancionar a China por prácticas desleales. Esta última tiene limitaciones temporales y porcentuales (15% por 150 días), pero sigue siendo una vía para imponer medidas comerciales agresivas.

En otras palabras, Trump puede reconfigurar su política arancelaria, ajustarla a los límites legales ahora establecidos por la corte y continuar con su cruzada proteccionista con nuevos argumentos. Lo hará. Porque para Trump, los aranceles no son solo una herramienta económica, son también una narrativa política. Y si aún así la Corte le impidiera cumplir su voluntad, le queda la posibilidad de legislar a su modo, teniendo la mayoría en el Congreso.

Para México, lamentablemente la situación no cambia mucho, pero a pesar de este entorno hostil, México ha demostrado resiliencia. El verdadero problema no está en los aranceles vigentes, sino en la incertidumbre estructural que generan estas políticas. Las empresas pueden adaptarse a tarifas nuevas, pueden rediseñar sus cadenas logísticas, incluso absorber costos temporales. Lo que no pueden hacer es planear a largo plazo si el marco normativo cambia cada mañana por decreto presidencial.

La anulación parcial de los aranceles de Trump debe celebrarse como una victoria del multilateralismo y el Estado de derecho, pero es apenas una batalla ganada en una guerra que durará mucho más tiempo. La lucha por definir el futuro del comercio internacional -si será abierto, cooperativo y predecible, o bien proteccionista y sujeto a los humores del poder-, sigue en curso.

En ese contexto, México debe mantenerse firme, fortaleciendo su infraestructura aduanera, su diplomacia comercial y su relación con Estados Unidos desde una perspectiva de corresponsabilidad estratégica. Tenemos que hablar menos de la amenaza arancelaria y más del valor que México aporta a las cadenas de producción regionales e incorporar a las pequeñas y medianas empresas al comercio exterior.

Al final, Trump seguirá haciendo ruido. Pero el reto de México es no perder el paso ni la visión. Porque lo que está en juego no son sólo los aranceles, sino la arquitectura del comercio en América del Norte. Y allí, México tiene mucho que defender y mucho que ganar.

EXPERTO EN COMERCIO EXTERIOR