COMPARTIENDO OPINIONES

300 dólares mensuales

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Es un buen tiempo para tener mascotas. Tenerlas s ya una distinción, de acuerdo al pedigrí DE LA MASCOTA. En muchos hogares de Europa y de Estados Unidos, la tendencia a preferir mascotas que hijos va a la alza. En España, ya la mitad de los hogares cuenta con mascotas, y suelen gastar en promedio, el equivalente a 300 dólares. Una cantidad similar al consumo en los Estados Unidos, llegándose a considerarse esta opción como la más civilizada: “Gatos y vino serán tu destino”, suele afirmarse de aquellas mujeres que eligen la soledad y el rechazo a cualquier compromiso. En el caso de separación, las disputas por quedarse con la mascota han llegado a niveles inverosímiles.

 “A la humanidad se le califica por la forma en que trata a los animales”, afirmaba Gandhi. Probablemente Gandhi nunca imaginÓ que los derechos de los animales, suelen ser más importantes, en la práctica, que los derechos de las personas. Para muchos, el ser humano es una molestia y las mascotas una bendición.

Hace unos años, en su documento sobre el cuidado de la Creación, el Papa ya hablaba de esta tendencia donde, en la práctica, los derechos de los animales son privilegiados sobre los seres humanos, donde un cachorrito inspira más ternura que un enfermo o un anciano.

“Esto no significa igualar a todos los seres vivos y quitarle al ser humano ese valor peculiar que implica al mismo tiempo una tremenda responsabilidad. Tampoco supone una divinización de la tierra que nos privaría del llamado a colaborar con ella y a proteger su fragilidad. Estas concepciones terminarían creando nuevos desequilibrios por escapar de la realidad que nos interpela. A veces se advierte una obsesión por negar toda preeminencia a la persona humana, y se lleva adelante una lucha por otras especies que no desarrollamos para defender la igual dignidad entre los seres humanos. Es verdad que debe preocuparnos que otros seres vivos no sean tratados irresponsablemente. Pero especialmente deberían exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta. Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos.

No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada. Esto pone en riesgo el sentido de la lucha por el ambiente. No es casual que, en el himno donde san Francisco alaba a Dios por las criaturas, añada lo siguiente: «Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor». Todo está conectado. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad.”