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Chilango

Escrito en OPINIÓN el

Chilango es para todos nosotros un “defeño”, un “capitalino” y hasta la Real Academia Española tiene como definición de chilango la de natural de la Ciudad de México o del Distrito Federal, perteneciente o relativo a esta zona metropolitana. El Diccionario del Español Usual en México dice que chilango es la persona originaria de la Ciudad de México, citadina, que pertenece a esa ciudad o se relaciona con ella.

Esta palabra tan usada proviene de XILANGO y esta a su vez del maya XILAAN, que es un adjetivo que se aplica a las personas de pelo chino o encrespado. Originalmente en el estado de Veracruz se le decía XILANGO al habitante del interior, en especial al “pelado de México”, según explica Francisco J. Santamarina en su Diccionario de Mexicanismos, es decir a quien pertenecía a la baja estofa o clase capitalina, conocida como “chusma”, esta última palabra ampliamente difundida por Roberto Gómez Bolaños en su programa de aquel entonces, El Chavo del Ocho.

El vocablo pasó de Veracruz a otras partes de la República Mexicana para designar en forma peyorativa a los capitalinos que pensaban que por el solo hecho de vivir en la capital creían saberlo y tenerlo todo. Sin embargo el término, aunque común, no deja de ser interesante ya que por un lado se usa despectivamente cuando la gente dice ¡Como son neuróticos los chilangos! o ¡Es la típica actitud chilanga de manejar! cuando alguien se estaciona en segunda fila o alguien nos “agandalla” el lugar de estacionamiento habiendo estado esperando pacientemente por varios minutos.

Peor aún cuando el vocablo se utiliza en frases como las proferidas por los regiomontanos y hasta por los yucatecos cuando dicen ¡Haz patria, mata un chilango! Por otro lado, también es un epíteto que los propios capitalinos nos hemos adjudicado para expresar nuestro orgullo y distinción al decir ¡soy chilango y a mucha honra!, o ¡Si en este país todos fuéramos chilangos, otro gallo nos cantara! Por lo anterior es innegable que la palabra ha tomado personalidad propia y del vocablo maya original ya queda muy poco si no es que nada.

Un chiste de chilangos: ¿En que se parecen un chilango buena onda y Santa Claus? ¡En que no existen! Y que conste que también yo soy chilaquil y tengo el pelo chino.