APUNTES DESDE MI HOGAR

Los Ajos: hasta siempre

Escrito en OPINIÓN el

El café Los Ajos, cerró. Así, escueta, la noticia me sonó a broma, engaño, cualquier cosa menos verdad. Incrédula, busqué en la página de El Mañana en Facebook y comprobé, que efectivamente, el rincón de la esquina Obregón con Paseo Colón cerraba sus puertas definitivamente.

Recuerdo que en 1989, después de una breve ausencia, regresamos a vivir a Nuevo Laredo y, hospitalarios como siempre, nuestros amigos neolaredenses nos llevaron a conocer Los Ajos, el más nuevo café de la ciudad. Desde entonces, como hasta el último día, la atención de los meseros Lencho, El Chino, Marcos, y la de todos los demás, fue no sólo eficiente sino afectiva, respetuosa.

Un lugar acogedor, ni grande ni pequeño, con olor a excelente café y a tortillas de harina sobre el comal, hacía sentir cómodos a los parroquianos. No sé cuántas veces nuestra familia confluyó a Los Ajos para que en ese ambiente tan grato compartiéramos una novedad, algún proyecto, como si estuviéramos en alguna prolongación de nuestra casa.

En las mañanas, eran identificadas las mesas de los empresarios, los médicos, los políticos, los escritores, de algunos matrimonios que todos los días llegaban con el periódico en mano para leerlo con el primer café, en tanto llegaban el machacado o el chorizo con huevos, las peculiares delicias del sitio.

Independientemente de sus desayunos, las comidas del mediodía como el caldo de res, las milanesas y otras carnes de inmejorable ganadería; de sus incomparables tortillas de harina, los burrajos y las hamburguesas para la cena, Los Ajos significó un núcleo amistoso, cálido.

¿Y cómo no serlo, si a los clientes asiduos nos habían asignado una taza con nuestro propio nombre impreso? Esos detalles de gentileza, de reconocimiento, desde luego hacían mella en nuestro sentir. El constante acondicionamiento de los muebles tuvo la cualidad de nunca modificar colores ni estilos, para dar la impresión de que el tiempo estaba detenido en un mismo sitio apreciado.

Un negocio público que conserva durante casi cuarenta años al mismo equipo de trabajo, habla en favor de su dueño: sueldos justos, trato amable, interés personal por sus vidas.

Sea cual sea el motivo por el que se haya tomado la determinación de cerrar en forma permanente ese emblemático lugar para la convivencia y el buen comer, lo comprendemos aunque nos cueste aceptarlo.

A su propietario Sr. Padilla, a los meseros, cocineros, cajeros, gracias por tantos años de sonrisa afectuosa, por la diligencia en sus acciones, por preguntar sobre nuestra salud cuando dejábamos de asistir un corto periodo, por sus saludos extendidos al resto de la familia.

Les deseamos a todos un futuro con bienestar y reposo, después de dar lo mejor de sí mismos a los demás. ¡Adiós, Los Ajos, adiós!