SOPA DEL DÍA

¿Ya comiste…? ¿Y tus abuelitos también?

Escrito en OPINIÓN el

Por más vueltas que le demos, hay algo que no cambia: la comida sabe mejor cuando se comparte, y la justicia también. La diputada Guillermina Magaly Deandar se subió a la tribuna del Congreso tamaulipeco con una iniciativa que, más que legal, es moral, y profundamente humana. De esas que uno aplaude. ¿De qué se trata? Pues nada menos que de llenar un hueco legal del tamaño del hambre.

Hoy por hoy, en Tamaulipas, el Código Civil ya reconoce que los padres pueden exigir alimentos a sus hijos cuando los años pesan más que el salario, y que los jóvenes mayores de edad pueden seguir recibiéndolos si estudian. Hasta ahí vamos bien, ¿no? Pero, ¡oh sorpresa!

El Código Penal se hizo el olvidadizo. Ahí no hay sanción para quienes se hacen los olvidadizos, o sordos, con estas obligaciones. Traducción: el derecho está escrito, pero nadie lo hace cumplir. Resultado: adultos mayores abandonados y estudiantes dejando las aulas por falta de apoyo.

Y aquí es donde la diputada Deándar —con espíritu de Quijote— lanza su propuesta: que el Código Penal también diga, clarito y con todas sus letras, que dejar sin apoyo a papá, mamá cuando ya no pueden valerse por ellos mismos, o al hijo que estudia, tiene consecuencias. Que el abandono no se disfraza de “no puedo”, cuando en realidad es un “no quiero”.

Porque, como bien dijo en tribuna, “hablar de alimentos no es solo hablar de comida”, es hablar de todo lo que hace digna la vida: techo, salud, libros, incluso una ida al cine. Es hablar de justicia social.

Esta iniciativa no viene a inventar la rueda, viene a recordarnos que la familia no se abandona, ni cuando envejece ni cuando apenas empieza a volar. Le recuerda a los olvidadizos, al que evade su responsabilidad: lo tuyo no es olvido, es delito.

Se trata de construir un puente entre generaciones, donde los viejos, nuestros abuelos, no se queden atrás y los jóvenes no se caigan en el camino. Se trata de que la justicia se sirva caliente, no congelada entre códigos. Se trata de que nadie tenga que elegir entre estudiar o comer.

Así que, querido lector y lectora, mientras planea su próxima comida, piense en esto: ¿y si esa sopa caliente fuera el derecho de alguien más? ¿Y si esa reforma fuera el plato que le hace falta a una abuela, o el cuaderno que necesita un estudiante? Una reforma que castiga el abandono es de sentido común, de sentido humano.

¿Usted qué opina?