CNN advirtió ayer: “Por segundo día consecutivo, los aranceles de Trump desploman los mercados a nivel global”.
Basándonos en datos, podemos entender lo siguiente:
1. Llamemos las cosas por su nombre: esto no es liderazgo económico, es dogmatismo disfrazado de patriotismo.
El desplome de los mercados en Estados Unidos por segundo día consecutivo no es una casualidad ni una histeria mediática, como pretende la administración Trump. Es una reacción racional ante una política arancelaria improvisada, rígida y basada más en impulsos ideológicos que en datos económicos. El Dow Jones registró su peor caída desde marzo de 2020, y eso debería alarmar a cualquier gobierno serio. A este, no.
2. El secretario del Tesoro dice que “los mercados son animales orgánicos”.
Esa frase suena más a evasiva que a diagnóstico. Scott Bessent intenta justificar el colapso bursátil con vaguedades mientras celebra “el volumen récord” del viernes. Como si un choque en la autopista fuera menos preocupante porque ocurrió en hora pico. Las cifras son claras: el daño es real, y minimizarlo no lo vuelve menos grave.
3. Peter Navarro pide que “no cunda el pánico”, pero no ofrece razones para confiar.
Mientras los mercados se hunden y se pierden empleos, la Casa Blanca ofrece promesas de una “recuperación generalizada” sin explicar cómo se logrará. En lugar de un plan, tenemos una narrativa hueca: “manténganse firmes”, “la vida será hermosa bajo Donald John Trump”. No es economía, es propaganda.
4. Las consecuencias ya están aquí, y son tangibles.
Stellantis acaba de despedir a 900 trabajadores por hora. No por mala gestión, sino porque sus operaciones con Canadá y México se han paralizado debido a los nuevos aranceles. Navarro tacha esos despidos de “irresponsables”, pero no se detiene a asumir la responsabilidad de una política que él mismo impulsa. Echarle la culpa a las víctimas no es liderazgo, es cinismo.
5. El secretario de Comercio habla de un “reinicio” de la economía, pero no responde lo esencial.
Howard Lutnick dice que “los aranceles no están abiertos a negociación” y que EE.UU. necesita “reiniciarse frente a aliados y enemigos por igual”. ¿En serio? ¿Ese es el plan? Tratar por igual a quienes nos estafan y a quienes nos apoyan. Las consecuencias no serán un reinicio: serán una ruptura. Y lo peor, sin estrategia de salida.
6. Los aliados no son el enemigo, y el comercio no es una guerra santa.
La política comercial necesita cálculo, no cruzadas. Necesita resultados, no bravatas. Pero este gobierno ha decidido cerrarse al diálogo, ignorar a los analistas y desdeñar las consecuencias. El resultado es un cóctel de incertidumbre, daño económico y desconfianza internacional.
Conclusión: esta administración no está corrigiendo el rumbo, está acelerando hacia el abismo.
Las advertencias están sobre la mesa. Las cifras ya muestran el daño. Y aún así, Trump y su equipo insisten en avanzar con una política que, lejos de proteger a Estados Unidos, lo aísla, lo debilita y lo empobrece. Si esto es “hacer grande a América otra vez”, habría que preguntar: ¿para quién?
¿Ustedes qué opinan?