Imaginen por un momento la frustración de un niño que, después de seis o siete horas en la escuela, regresa a casa con una montaña de tareas que parecen interminables. “No tengo tiempo para jugar”, “Me siento agotado”, “Nunca termino mi tarea y me regañan”. Pero no son solo los niños quienes se sienten abrumados. También los jóvenes de secundaria y preparatoria expresan su agotamiento: “Paso toda la tarde haciendo tareas y no tengo tiempo para nada”, “Me siento estresado y sin ganas de estudiar”, “A veces siento que nunca es suficiente”. En el caso de preescolar, la situación es aún más peculiar, pues muchas veces son los padres quienes terminan haciendo las tareas de sus hijos, generando estrés familiar y restando valor al aprendizaje real. Estas son frases y situaciones que escuchamos constantemente en las aulas y en los hogares. Pero ¿nos hemos detenido a pensar en el impacto emocional y mental que tiene la sobrecarga de deberes en nuestros niños y jóvenes?
La educación debe ser un puente hacia el aprendizaje significativo, no una fuente de ansiedad y estrés. La psicóloga española Eva Millet advierte que “el exceso de tareas puede generar rechazo al estudio y afectar la autoestima de los estudiantes”. A su vez, el psicólogo estadounidense Peter Gray sostiene que “el juego libre es esencial para el desarrollo emocional y social de los niños, y el exceso de tareas lo está destruyendo”.
No se trata de eliminar por completo las tareas escolares, pues una tarea bien diseñada puede reforzar el aprendizaje y dar continuidad a lo trabajado en la escuela. Sin embargo, es fundamental que sean de calidad y no de cantidad, evitando que se conviertan en una carga innecesaria. La tarea debe permitir que los alumnos puedan reforzar sus conocimientos sin afectar su bienestar emocional ni restarles tiempo para convivir con sus familiares. El equilibrio es la clave para un aprendizaje efectivo y una infancia saludable.
Muchos padres y maestros crecimos bajo la creencia de que “más tarea equivale a mejor aprendizaje”. Sin embargo, estudios recientes han cuestionado esta idea. Alfie Kohn, en su libro “El mito de la tarea”, señala que no hay evidencia contundente de que más horas de deberes en casa se traduzcan en mejores resultados académicos. De hecho, un exceso de tareas puede generar ansiedad, agotamiento y una desconexión con el aprendizaje.
Recordemos que la educación no solo se da en los libros. Los niños necesitan tiempo para jugar, socializar, descansar y explorar el mundo de manera creativa. Como bien lo dijo John Dewey: “La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma”. Si sobrecargamos a nuestros estudiantes con tareas interminables, les robamos la oportunidad de vivir y aprender de otras maneras.
Maestros, reflexionemos sobre la cantidad y calidad de las tareas que asignamos. Padres, apoyemos a nuestros hijos promoviendo un equilibrio entre el estudio y el descanso. La clave está en aprender con pasión, no con presión.
La educación debe formar niños felices, no estudiantes agotados. Un niño motivado aprende con entusiasmo, un joven equilibrado desarrolla su potencial, y una sociedad que prioriza la calidad sobre la cantidad construye un mejor futuro.
“El aprendizaje no ocurre cuando el estudiante está exhausto, sino cuando está inspirado”. Que la educación sea una aventura y no una carga.
Queridos lectores, los invito a reflexionar sobre este tema. ¿Qué opinan? ¡Me encantaría escuchar sus opiniones!
Con cariño a mis lectores,
La Maestra Diana Alejandro
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