Hay ciertos temas que en este país se evitan como si fueran maldición: hablar de política en la cena de Navidad, discutir herencias en vida y preguntar a alguien cuánto gana. Pero hoy nos toca entrarle de lleno a uno de estos tabúes: los testamentos.
Resulta que en Tamaulipas, al igual que en el resto de México, la gente le huye al trámite del testamento como si fuera sinónimo de cavar su propia tumba. Según datos del Registro Nacional de Testamentos, más del 90% de los mexicanos no lo hacen. ¿Por qué? Pues porque creen que es caro, complicado o, peor aun, porque “no vaya a ser que me muera si lo hago” (como si la muerte necesitara invitación formal).
El problema es que esta omisión se traduce en pleitos familiares más intensos que una final de Tigres vs. Rayados. Cuando alguien fallece sin testamento, los herederos quedan atrapados en juicios interminables, donde los que ganan son los abogados y los que pierden son la paciencia y la armonía familiar. En Tamaulipas, los juicios intestamentarios aumentaron 32.57% en los últimos años, lo que confirma que, cuando se trata de evitar problemas, preferimos que se conviertan en incendios antes que apagarlos a tiempo.
La diputada Judith Katalyna Méndez Cepeda -Katy de cariño- propuso un Punto de Acuerdo en el Congreso local para que los municipios tomen cartas en el asunto y faciliten el acceso al trámite. ¿Qué implica esto? Que se difunda la importancia del testamento, se eliminen trabas burocráticas y se incentive su costo accesible (porque, actualmente, Tamaulipas es de los estados más caros para hacer uno, con un costo de 3,480 pesos).
Es un tema serio. Si la gente se organizara para dejar todo en orden, evitaríamos los dramas familiares, esos que empiezan con “mamá me dijo que la casa era para mí” y terminan en juicios que duran más que una telenovela de los años noventa. Además, el testamento protege a los más vulnerables, evita que los bienes queden en el limbo y, sobre todo, permite que cada quien decida a dónde van sus cosas sin dejarlo a la suerte o a la “ley de la selva” familiar.
Así que, tamaulipecos y tamaulipecas, dejen el miedo a un lado y vayan haciendo su testamento. Es más barato que un pleito legal y mucho más seguro que confiar en la buena voluntad de los parientes. Porque, como bien dice la sabiduría popular: “Primero mis dientes, y luego mis parientes”. Y si no, pregúntenle a cualquier familia que haya pasado por un juicio de herencia.
¿Ustedes qué opinan?