Si estabas en El Paso el viernes en la noche y sentiste que el suelo se movía, no era tu vecino probando una bocina de alto poder: un sismo de 5.0 grados sacudió el oeste de Texas. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, el epicentro estuvo cerca de la frontera entre los condados de Culberson y Reeves, unos 33 millas al noroeste de Toyah, Texas.
Este terremoto, que empató como el sexto más fuerte en la historia del estado, se dejó sentir a más de 150 millas de distancia, incluyendo ciudades en el oeste de Texas y hasta en el Este de Nuevo México. Afortunadamente, no se reportaron víctimas ni daños materiales significativos. Eso sí, hubo tres replicas en cuestión de minutos, como para recordarle a la gente que la tierra también sabe hacer bis.
El Servicio Meteorológico Nacional de El Paso no perdió tiempo y, veinte minutos después del temblor, ya estaba preguntando en X (antes Twitter) quiénes habían sentido la sacudida. Mientras tanto, los sismólogos estaban tomando nota: es el tercer sismo de magnitud similar en Texas en los últimos seis meses. Y si la tendencia sigue, el estado podría empezar a ofrecer cursos de “Qué hacer cuando el suelo decide que es hora de bailar”.
De acuerdo con información del Texas Tribune y el periodista Pavan Acharya, los científicos llevan años alertando sobre el aumento de la actividad sísmica en el oeste de Texas, y el principal sospechoso es el fracking. Para extraer petróleo y gas, se inyecta agua a alta presión en el subsuelo, lo que incrementa la presión en las fallas geológicas y, según los expertos, puede provocar terremotos. En la cuenca Pérmica, la más productiva en hidrocarburos del estado, la cantidad de sismos ha ido en aumento desde el año 2000, coincidiendo con un mayor uso de la técnica de fracturación hidráulica.
Los datos de la Comisión de Ferrocarriles de Texas, que regula la industria petrolera, indican que hay más de 20 pozos de inyección profunda en la zona de Culberson y Reeves. Aunque la cifra ha bajado en comparación con 2022, el problema persiste.
Tras el sismo más grande en tres décadas en Texas en noviembre de ese año, la comisión amplió áreas donde se pueden restringir las inyecciones y pidió a las empresas reducir la cantidad de agua que bombean al subsuelo.
Mientras tanto, el oeste de Texas sigue temblando, aunque no de frío. Y la gran pregunta queda en el aire: ¿Hasta cuando se permitirá que el fracking afecte a nuestro suelo que ya está pidiendo tregua?
¿Ustedes qué opinan?