COLUMNA INVITADA

El maestro del caos

Escrito en OPINIÓN el

Esta película ya la vimos en el 2017 cuando Donald Trump impuso aranceles al acero y al aluminio de todos los países del mundo, incluyendo a México y a Canadá, sin importarle el entonces Tratado de Libre Comercio con América del Norte. En aquella ocasión, México y Canadá contestaron con la misma estrategia: poner aranceles a diversos productos clave a fin de provocar que los propios sectores productivos de Estados Unidos ejercieran presión sobre el presidente Trump. A las dos semanas, México y Canadá quedaron exentos de esos aranceles.

Ahora vamos de nuevo. El presidente de Estados Unidos ha impuesto aranceles del 25% a las importaciones de acero y aluminio provenientes de México y otros países. Esta medida entrará en vigor el 12 de marzo de este año. Pero, además, existe una tarifa preexistente del 25% sobre bienes mexicanos y canadienses que entrará en vigor el 4 de marzo de 2025. Por lo tanto, si nada cambia, a partir del 12 de marzo, el acero y el aluminio de México estarán sujetos a un arancel total del 50%.

Por supuesto que este anuncio sobre el incremento de aranceles ha sacudido los mercados y reavivado las tensiones comerciales en Norteamérica. La justificación de la Casa Blanca, como ha sido habitual en su retórica, se centra en la protección de la industria estadounidense y la seguridad nacional. Sin embargo, esta medida, más que fortalecer a Estados Unidos, podría terminar debilitando a sectores clave como el automotriz, el de la construcción y el manufacturero, que dependen en gran medida del acero y el aluminio importados a precios competitivos. Entonces, ¿por qué lo hace? Porque sigue fiel a su teoría de negociación “The Madman Theory”, que consiste en negociar mientras el reloj de la bomba se aproxima a cero.

Los economistas prevén que la industria automotriz norteamericana, que depende de cadenas de suministro eficientes y bien integradas en América del Norte, será la más afectada por esta medida. Y eso que una de las promesas de campaña de Trump era fortalecer dicha industria. Quizá está pensando en el refrán aquel de que “lo que no te mata, te hace más fuerte”.

Las grandes compañías del sector, como Ford, General Motors y Stellantis, advierten que estas tarifas podrían traducirse en un aumento de los precios de los vehículos para los consumidores que van entre los 3 mil y 5 mil dólares por auto. En un contexto de inflación aún persistente y tasas de interés elevadas, encarecer aún más los automóviles solo ahondará la desaceleración en las ventas, lo que tendrá repercusiones en el empleo y la competitividad frente a los fabricantes asiáticos y europeos. No dudemos entonces en otro parche de más aranceles a los vehículos extranjeros. Como les decía en la columna pasada, Trump es como la Reina Roja de Alicia, gritando todo el tiempo: que le corten la cabeza. “Pongamos más aranceles”, dirá.

Hay que entender que la producción de automóviles en Norteamérica depende de una cadena integrada entre los tres países, las materias primas, las refacciones, los motores y sus componentes, cruzan las fronteras de los tres países varias veces antes de llegar a la línea final de ensamblaje. El Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, exponía el caso de un pistón que cruza ocho veces la frontera antes de quedar por fin instalado en el motor del vehículo. Por lo cual, poner aranceles amenaza directamente la competitividad de esta industria y el comercio de la región.

México tiene un mes para llevar a cabo una estrategia similar a la vivida en el 2017 a fin presionar a Washington en sectores clave como el agroalimentario. Que sean los propios estadounidenses los que tumben estas medidas sin pies ni cabeza. Siempre el proteccionismo económico es muy atractivo políticamente hablando, pero en la realidad, los aranceles terminan siendo un impuesto indirecto a los consumidores y a las empresas. Trump, al intentar dar un golpe de autoridad con medidas nacionalistas, podría estar dañando a las mismas industrias que juró proteger. Todos en México esperamos que la película tenga el mismo final.