PASADIZO SECRETO

El amor ¿acaba?

Escrito en OPINIÓN el

Hoy en día la mayoría de las mujeres solteras o casadas se quejan de que sus parejas ya no son nada románticos o detallistas. Aante estas duras apreciaciones quizás se podría entender que en verdad el amor ¿acaba?

Que por lo mismo deciden el dejar ese noviazgo forzado, o ese matrimonio que, aunque comenzó como algo bonito, con el tiempo y ante esa falta de interés surgen esos agrietamientos, esos episodios que originan esos inevitables distanciamientos.

Como mujeres cierto es que desean que ese noviazgo sea algo dulce, que concentre buenos recuerdos de algo bonito, y como parejas unidas en matrimonio, sentir al día a día que su hombre es apasionado con ella, despertándola quizás hasta con un beso, con una bella y romántica melodía

Cierto es que la mayoría de las mujeres de un hombre necesitan esa protección, ese calor, ese merecido y deseado amor, sin embargo, quizás sean las mismas leyes que rigen a la sociedad moderna a que esa representación de masculinidad ya no las vea como ese ser frágil que requiere de cuidados y atenciones.

Y no precisamente porque no sean atractivas, bellas, o que ya no cuenten con esas cualidades como mujer que a todo hombre enloquece (esto mucho más marcado en la época del cortejo), sino a que esa igualdad entre hombres y mujeres logrado, sí que beneficia y merecidamente a las segundas, pero contribuye a que ese balance igualitario rompa por decir así con ese sentimiento de delicadeza y debilidad femenina que se tenía hacia ellas.

Del noviazgo y a través de las décadas no se ha tenido una ley o reglamentación precisa y directa para que este se lleve en buen término durante su convivencia, entonces tan solo las leyes creadas por el hombre, las creencias religiosas o los valores inculcados en el seno familiar, son los que de cierto modo contribuyen a que este se desarrolle en su mayoría en buenos términos.

Pero el matrimonio civil sí que este modelo de contrato ha tenido sus ajustes para que cumpla en todos sus deberes lo más posible, anteponiéndolo como ese compromiso real y necesario para la subsistencia de la familia.

Sobre esto no es por demás recordar que en el México antiguo se solía leer una epístola que formaba parte de la Ley del Matrimonio Civil, ordenamiento que se encontraba incrustada dentro del Articulo 15 de dicho mandato para todos los mexicanos.

Conocida como la Epístola de Melchor Ocampo esta señalaba los deberes de ambos contrayentes del matrimonio civil, haciendo hincapié en que mutuamente se deben respeto, deferencia, fidelidad, confianza y ternura, considerando el matrimonio como el único medio moral de fundar la familia.

Así mismo agregaba: “los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí, que el hombre cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar, y dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él, y cuando por la sociedad se le ha confiado”.

Continuando con esto se leía: “Que la mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo”.

Para muchos esta epístola no era acorde al desarrollo de la vida moderna, sin embargo y a pesar de esas apreciaciones, por décadas y casi obligadamente se seguía imponiendo en los registros civiles al momento de acudir a formalizar esa relación deseada.

Pero esta lectura ciertamente no era considerada como una obligatoriedad, sino más bien como una guía de conducta para el buen entendimiento y funcionamiento, en consecuencia, lograr esa perdurabilidad bajo esa figura, esa nueva etapa como pareja, como esposos.

Pues comprobable es que la mujer casada, aunque calladamente, por igual tenia derechos dentro del lecho familiar, al imponerse al marido haciéndole ver sus deberes, al obligarlo a ser buen padre, a llevar el sustento diario, a generar patrimonio y no tan solo arrastrando por decir así, esa figura de madre hogareña sin voz de mando.

Probablemente hoy la epístola de Melchor Ocampo para las nuevas generaciones sea tema obsoleto, nada aceptable ni creíble para tomarlo con total seriedad, y esto por supuesto que puede tener algo de cierto, al ver que actualmente el matrimonio ya ni se busca, y si se concreta ni dura ni se respeta al no tomarlo con total seriedad.