EN VÍSPERAS DE NAVIDAD se vive siempre un contraste entre la felicidad que se promueve de fiestas y regalos, reuniones con personas que hace tiempo no vemos, pero también, hay nostalgia por las sillas vacías a la hora de cenar, por aquellos seres queridos que dejaron este mundo, especialmente si se trata de una pérdida algo reciente y, todo esto requiere empatía.
En esto último es importante comprender que la empatía y la lástima no es lo mismo, sino se trata de ponernos en los zapatos de las otras personas, pues en estas fechas las ausencias son mucho más notorias.
Tampoco debemos perder de vista la moderación necesaria en los festejos, pues el alcohol no nos da valor, sino que nos hace perder la noción de peligro y hasta nos puede hacer sentir invencibles, pero es justo en esta temporada en que la mayoría asocia a festejos y regalos, cuando ocurren una gran cantidad de accidentes, muchos de estos con desenlaces fatales.
Pero además de los peligros al volante, el alcohol también nos puede llevar a conflictos verbales que deriven en distanciamientos familiares de años o incluso permanentes; pues sin duda la mayoría conocemos a alguien -o por experiencia propia- con alguna separación derivada de algo que se dijo en durante una reunión familiar, como la clásica pelea por los terrenos de los abuelos, entre otros argumentos usuales.
En años anteriores se han registrado hasta riñas en reuniones familiares de navidad o año nuevo, en las que incluso han tenido que intervenir autoridades, y aunque no toda la culpa es del alcohol, sí suele dar un empujoncito para generar el conflicto.
Si bien no se trata de callar ante las injusticias, es importante saber el lugar y el momento para abordar ciertos temas delicados, y un festejo familiar no es el más adecuado, mucho menos si hay alcohol de por medio, además, la reflexión general es un llamado a moderarse, para poder despertar el 25 de diciembre para disfrutar de la navidad y en general no enlutar las fechas, cuando con un poco de cordura, se pueden evitar tragedias.
