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Cena de Navidad en Lecumberri con el General Mariles

Escrito en OPINIÓN el

Revisando un viejo archivo con fotos de mi infancia, encontré una especialmente interesante y que me hizo recordar un episodio inolvidable que viví hace muchos años con mi padre, el coronel Pérez-Santos de profesión abogado y  quien fungía en  aquel entonces como jefe del Supremo Tribunal Militar del país y con mis hermanos Julio Alberto y Luis Manuel, también abogados. Recuerdo que mi padre en forma muy solemne y seria (como militar que era) me dijo que el día 24 de diciembre de ese año (en la década de los sesenta) mis hermanos y yo pasaríamos la Navidad y cenaríamos con su amigo el General Humberto Mariles Cortés en la cárcel de Lecumberri. Yo, quien contaba entonces con sólo 8 años de edad, me quedé petrificado ante la idea de pasar la Nochebuena en una cárcel y con una persona según esto muy importante y a quien ni siquiera conocía. 

Así fue que aquella fría tarde de Navidad en compañía de mi padre y hermanos nos dirigimos al Palacio Negro de  Lecumberri a visitar y cenar con el General Mariles. Pero ¿quién era el general Humberto Mariles Cortés? Tan pronto llegamos a su celda (una celda muy amplia y con ciertos lujos comparada con la de los demás reos) nos invitó a sentarnos y después de agradecer a mi padre nuestra presencia y como si leyera mi pensamiento, el General me dijo que seguramente quería yo saber quién era él y los motivos de su encierro, y a continuación nos contó su interesante historia.

Humberto Mariles Cortés nació el 13 de junio de 1913 en la Ciudad de Parral, Chihuahua. Fue un importante jinete mexicano que ganó dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Londres en el año de 1948, montando al caballo “Arete” en la prueba de salto individual y en la prueba de salto por equipos, siendo el único mexicano ganador de dos medallas de oro en un mismo evento

Pasaron 16 años de aquella gloria olímpica y un fatídico 14 de agosto de 1964, Humberto Mariles fue invitado por el diario deportivo del Distrito Federal llamado La Afición para que acudiera a las instalaciones de esa editorial para una entrevista y ya de regreso a casa el General a bordo de un Chevrolet rojo convertible tiene un pequeño incidente de tránsito con un señor de apellidos Velázquez Méndez. Así, de coche a coche, Mariles discute con Velázquez Méndez, quien conduce un lujoso Chevrolet Sedán último modelo y quien luego de hacer señas obscenas con su mano al General Mariles en actitud francamente grosera, le cerró el paso al conocido militar. Acto seguido Velázquez Méndez bajó de su auto blandiendo en su mano derecha una pesada llave de acero de las que se usan para cambiar llantas, se lanza tambaleante y amenazadoramente sobre Mariles y en el forcejeo propio de la riña se escuchó un disparo de arma de fuego, cayendo pesadamente al piso Velázquez Méndez.

El propio General Mariles y un policía apellidado Juárez Cruz subieron a Velázquez Méndez al convertible del General y llevaron al herido a la Cruz Roja permaneciendo allí hasta que según los doctores que lo atendían aquel hombre estaba fuera de peligro y tanto el agente del Ministerio Público adscrito a la benemérita institución como los médicos que intervinieron a Velázquez Méndez hicieron constar en actas, que el herido presentaba una fuerte intoxicación alcohólica.

El magistrado Celestino Porte Petit declara a Mariles culpable de homicidio calificado con ventaja y le duplica la sentencia a 20 años en la prisión de Lecumberri, pero los abogados defensores del General, licenciados Aguilar y Quevedo, presentaron un amparo contra ésta determinación y el caso pasó a la Suprema Corte de Justicia quien cambió el fallo: Humberto Mariles era culpable de homicidio simple intencional, la pena se le redujo y salió de prisión en 1971.

Terminamos de cenar al tiempo que acabó Mariles de contarnos su gloriosa y a la vez triste historia. Recuerdo que al despedirnos ya entrada la noche, al abrazarlo no pude contener las ganas de llorar -¡vaya que se siente enorme tristeza en las cárceles! Desde entonces ya no lo volvería a ver.

¡Feliz Navidad en donde quiera que estés, querido padre y si ves al General Mariles, por favor dile que le mando un saludo desde Nuevo Laredo!

Hasta pronto.