SOPA DEL DÍA

Aguas con el agua

Escrito en OPINIÓN el

Hay noticias que, vistas solas, parecen accidentes. Mala suerte. Cosas que pasan. Pero cuando las juntas, como quien arma un rompecabezas, pedazo por pedazo, el mensaje es clarísimo: el agua ya no es un tema, es una advertencia.

Empecemos por lo inmediato, lo doméstico, lo que duele cuando abres la llave y sale puro aire. Ayer, miles de casas se quedaron sin agua. ¿La razón? Una fuga. Una más. Comapa explicó que fue en la línea 24, esa que alimenta la Cisterna Concordia y buena parte del sector sur. Traducción simultánea: una sola falla y media ciudad se queda seca.

Hasta ahí, uno podría decir: “Bueno, pasan cosas”. Pero casi al mismo tiempo, la propia Comapa levanta la bandera roja y dice: no desperdicien agua. Urgente. Directo. Sin rodeos. Porque, aunque estemos en invierno y uno crea que el calor anda de vacaciones, el consumo sigue alto. Muy alto. Tan alto que la Planta Centro trabaja casi a tope: mil 700 litros por segundo de un máximo de mil 800. Es decir, el motor va forzado, sudando, y todavía le pedimos que acelere más.

Y aquí viene el giro de tuerca, el plano general. México empezó ya a pagar agua a Estados Unidos, como lo marca un tratado firmado en el siglo pasado, cuando el río parecía eterno y las sequías eran algo que pasaba “de vez en cuando”. Hoy no. Hoy cada gota que cruza la frontera es una gota menos que sentimos de este lado.

Es un hecho: el noreste del país vive con sed. Y Tamaulipas, ni se diga. El Semáforo del Cuidado del Agua lo dejó clarito el 7 de diciembre: los municipios de la frontera norte siguen en rojo. Rojo intenso. Rojo de alerta. Rojo de “esto ya no es preventivo, es correctivo… y tarde”.

Entonces no, no son noticias sueltas. No es la fuga por un lado, el llamado al ahorro por otro, el tratado internacional aparte y la sequía como telón de fondo. Es la misma historia contada desde distintos ángulos: el agua ya no alcanza y seguimos comportándonos como si sí.

Aquí la pregunta incómoda no es si Comapa hace o no hace. Tampoco si el tratado es justo o injusto. La pregunta real es más simple y más incómoda: ¿vamos a seguir reaccionando cuando ya no hay agua, o vamos a empezar a actuar cuando todavía queda?

Porque el problema del agua no avisa con discursos. Avisa con llaves secas. Y esas, cuando fallan, no aceptan excusas.

¿Usted qué opina?