SOPA DEL DÍA

La vanidad no tiene edad... pero la ley sí debería

Escrito en OPINIÓN el

Hay que decirlo sin anestesia: en este país hemos confundido la belleza como una nueva adicción. Y, como siempre, cuando la sociedad pierde el sentido, alguien tiene que venir a ponerle límites. En Tamaulipas, se presentó una iniciativa para prohibir las cirugías estéticas con fines cosméticos en menores de edad. Un acto que llega, no debe extrañarnos, lamentablemente, después de una tragedia.

Paloma, una adolescente de 14 años que murió en Durango tras una intervención estética. Murió sin haber terminado de crecer. Murió porque en algún punto, alguien le dijo que su cuerpo no era suficiente. ¿Y quién le enseñó eso? Tal vez nosotros, los adultos, los padres, los influencers, los médicos que hacen negocio con la inseguridad ajena.

La iniciativa del Congreso tamaulipeco no debe ser vista como una cruzada moralista ni una cruzada contra la libertad personal. La libertad sin madurez se llama abandono. El proyecto busca reformar la Ley de Salud y el Código Penal del Estado para sancionar tanto a los médicos que realicen cirugías cosméticas en menores, como a los padres o tutores que las autoricen. Multas, cárcel y suspensión profesional. Y sí, más de uno dirá que es “exagerado”. Pero exagerado fue creer que un bisturí puede curar la inseguridad adolescente.

Esta propuesta no prohíbe los procedimientos reconstructivos: los que corrigen malformaciones, quemaduras o enfermedades. Es decir, no se castiga la medicina, sino el negocio del espejo. Porque de eso se trata: de ponerle freno a una industria que vende autoestima en frascos de anestesia.

“Esta no es sólo una propuesta legal, es una exigencia ética y social”, escribió el legislador en su exposición de motivos. Y tiene razón. No se trata de coartar derechos, sino de protegerlos. En tiempos donde los filtros digitales y las cirugías exprés dictan lo que debe ser “normal”, esta ley propone un acto de rebeldía: volver a poner la salud por encima de la moda.

Claro, habrá quienes aleguen que cada quien es dueño de su cuerpo. Pero hay que añadir una cláusula: “cuando su cuerpo ya es suyo”. Según los especialistas, como médicos, y psicólogos, un niño, una niña, aún están en proceso de madurez. No siempre pueden decidir con suficiente razonamiento, si su nariz le gusta o no; apenas está aprendiendo a respirar la llegada de la adolescencia y su rebeldía natural.

No puede decidir si su rostro “vende likes”; apenas aprende a mirarse sin miedo. Por eso el Estado tiene que intervenir: para que la infancia no se convierta en material quirúrgico.

Esta podría ser una de esas pocas normas que intentan prevenir antes de lamentar. Y si de paso sirve para sacudirnos la obsesión por la perfección artificial, tal vez vale la pena.

La belleza puede esperar. La vida, no.

¿Usted qué opina?