Esta semana la elección de Nuevo Laredo tuvo un cierre, o al menos dio un paso más para acercarse a eso que parece complicarse desde la campaña tan intensa que se vivió en la ciudad.
En el Tribunal Electoral vimos una novela en la que dos de cinco magistrados mostraron el cobre, pues además de que sus argumentos se escuchaban tendenciosos, sus respectivos tonos y malas actuaciones hacen presumir que su imparcialidad está comprometida, especialamente cuando uno se esmeraba en asegurar que era “por el bien de Tamaulipas”.
Claro, todo esto es apreciación, pues si bien hubo un par de casillas controvertidas de más de quinientas, algo que está muy lejos del 30 por ciento requerido para “tumbar” la elección, además de que el margen de diferencia entre las candidatas no era meritorio tampoco para controvertir el proceso, conforme iba avanzando la sesión, el tono comenzaba a sonar cada vez más desesperado, como si le estuvieran fallando a alguien, y no era a la ciudadanía en general.
Este episodio concluye al menos en Tamaulipas, pues se aprobó con tres de los cinco votos la validez de la elección; aunque a como pintan las cosas, puede que el PRIAN le quiera seguir en otras instancias, pero con los elementos que hay, no sólo tienen un panorama adverso, sino que eventualmente puede resultar en su contra.
Y es que para una candidatura, partido o coalición que no resultó favorecido con el voto popular, la mejor estrategia siempre será la de agradecer a quienes le apoyaron y tal vez regresar después, porque la opinión pública no favorece a los malos perdedores. Además, hay otros factores que podrían dejar un estigma muy negativo en un gran segmento de la población, al recordar ciertos perfiles prianistas de esta última campaña.