Para la mayoría de los mexicanos la historia de la Revolución es sinónimo de héroes que lo dieron todo por la patria, así se ha documentado. Sin embargo, de esta revuelta existen muchos episodios tristes, como el de un pequeño y humilde pueblo en donde dejó eternamente y para sus pobladores el General Pancho Villa, el peor día del padre.
La memoria de este pueblo es el testimonio de su gente, narrativas que fluyen no en los libros escolares, no en el anecdotario mismo de una revolución plasmada de grandes hazañas por grandes personajes, sino más bien salidas del dolor de su gente con recuerdos de viudez y sangre.
San Pedro de la Cueva en el estado de Sonora, y por lo que se ve en los medios electrónicos se ha comentado y narrado mucho de lo que por esas épocas revolucionarias sucedió, para la vida de sus pobladores un triste episodio.
Las narrativas, aunque unas más aderezadas que otras, coinciden y llevan a un punto álgido del suceso mismo, el acribillamiento de todos los hombres, esto debido a una lamentable confusión se recalca por muchos, tanto de historiadores como lo externado y por décadas de boca en boca entre sus mismos pobladores.
Entendiendo y entre tanto documento visual y escrito, que los Dorados de Pancho Villa ante una afrenta de los pobladores mismos, incitados quizás por los tiempos de Revolución, confusión y revuelta, y al ser agredidos, arremetieron bajo las órdenes del General Villa, contra todos los hombres del pueblo.
Los detalles se han perdido entre su gente, pero los testimonios por algunos en escritos plasmados, dan fe y a su modo de que esto realmente sucedió, que fueron esos muchos padres de familia, prácticamente borrados, masacrados al pasarlos por las armas.
Cierto, era la Revolución, pero siempre se ha manejado por los historiadores cosas que cabrían en el imaginario como justas o patrióticas, pero nunca externadas de este modo, o de este tipo de acontecimientos trágicos para los mismos mexicanos.
Los hombres en grupos fueron fusilados, gente de rancho que iban cayendo al ser pasados por las armas villistas, incluso y ante la insistencia de parar tanta muerte, ¡el cura del pueblo también fue acribillado!
Existen por igual libros que dan testimonio de lo sucedido en ese pueblo sonorense, como el escrito por el biógrafo de Pancho Villa, de nombre Friedrich Katz, el cual ahí confirma esa participación del General marcándola como la primera barbaridad de Villa, pero no la única.
Por igual una recopilación de esos hechos narrada por el investigador de El Colegio de Sonora de nombre Nicolás Pineda, adentra y confirma con su investigación y auscultación de testimonios de pobladores a través de sus escritos dejados, de notas periodísticas extranjeras, entre otros muchos más.
Los videos muestran coloridos murales plasmados en casas o el mismo templo religioso, esos acontecimientos ahí recreados no son tomados como un recordatorio de algo tan trágico, sino como ese sentimiento en contra de ese imborrable acto perpetrado por el General Villa.
También se puede apreciar el “Mosaico de las viudas” junto a una placa que da testimonio que ahí exactamente fueron asesinados los hombres del pueblo, imagen que refleja el dolor de la mujer viuda, de niños y niñas en desamparo.
Sí, la Revolución Mexicana así fue, de mucho dolor, pero con grandes sentimientos entre la gente de esos pueblos que sufrieron, que padecieron, que cargaron con las consecuencias de una revuelta inevitable.
Quizás y al conocer esta triste historia revolucionaria, se inserte y de inmediato en la mente de muchos, y del correr de tantas décadas ese recuerdo de un padre, con o aun sin festejo alguno, duele el imaginar cómo es que esos hijos e hijas, nietos, bisnietos han trasladado y por generaciones tan difícil sentimiento.
Cierto es que en un soplo de vida la figura de una padre pasa a ser tan solo un recuerdo, entonces y como hijos e hijas, procurar el no pasarlos por las “armas” del olvido, si ya no están o se encuentran lejos visítenlo y manifiesten ese recuerdo, amor y cariño, si están cercas, no duden ni un instante en brindarle con su presencia esa para ellos tan deseada alegría.