Cigarrillos.- fumar es un placer genial, sensual… cantaba Sarita Montiel en su película El Último Cuplé. Y es que a sarita la había enseñado a fumar, con cigarro habano, el mismísimo Ernest Hemingway.
Definitivamente, uno de los grandes placeres de la vida al igual que comer, dormir y leer, es el de fumar. Haciendo a un lado el factor dañino, quienes son o fuimos fumadores, creemos que nada puede suplir el deleite de una bocanada de tabaco.
Siendo adolescentes, me decía Maricarmen Rodríguez Quero, reportera del Diario del Sureste, que cuando llegaba a cubrir una entrevista, en ese lapso de expectación en tanto la recibían, se sacaba un cigarrillo aunque no alcanzara a fumarlo, la invadía una sensación de acompañamiento. De lo contrario, experimentaba un sentimiento de soledad, incluso de rechazo, aun con gente alrededor.
No sé cuántas veces recordé esa afección de Maricarmen y la apliqué en contextos similares. Ciertamente, con un cigarrillo entre los dedos nunca se siente uno marginado en determinadas circunstancias, sino que además –y eso no lo comprobó ella- levantarse a fumar, en una reunión, es el mejor pretexto para alejarse de alguna compañía asignada en la mesa, con la que no se tiene nada en común.
Cuando vemos películas filmadas en los años cuarenta, cincuenta, sesenta, percibimos el reflejo de una sociedad consumista del producto tabacalero, por la impresionante cantidad de escenas en que casi era obligatorio aparecer fumando.
No se diga cuando el marco histórico de las cintas se ubicaba en los periodos de las dos guerras mundiales, pues en la vida real, los soldados eran provistos de cajetillas junto con los alimentos, para ayudarlos a calmar tensiones en los frentes de batalla.
En tiempo de post guerra, las celebridades mundiales se dejaban ver y retratar con el pitillo, el puro, la pipa, la boquilla, en pose significativa de caché, muy al estilo de María Félix, Marilyn Monroe. Era unidad inseparable en la imagen de dirigentes como Winston Churchill, Fidel Castro. Tal vez como materialización de sus ideas, en pensadores como Albert Camus, Jean Paul Sartre. (saliéndonos del tema principal –el cigarrillo de tabaco- se tienen registros de ilustres autores que experimentaron el consumo del rulo de cannabis, sin mayor consecuencia: William Shakespeare (1564-1616), Víctor Hugo (1802-1885), Alejandro Dumas (1802-1870), la autora del libro “Mujercitas”, Louisa May Alcott (1832-1888), entre otros.
Los escenarios actuales son muy diferentes debido a las apropiadas disposiciones de la Organización Mundial de la Salud. Como óptimo resultado, las recientes dos o tres generaciones de jóvenes, consideran ocioso y obsoleto el concepto del fumador.
Cada vez es más raro encontrar en los lugares púbicos personas mayores que sientan la urgencia de salirse para disfrutar un cigarrillo, mucho menos en los parques o jardines donde puedan concurrir los niños. Incluso en las casas particulares se respeta esta medida, al punto de que la presencia de los ceniceros en las mesas ha desaparecido por completo, hasta como regalo de bodas, que antes era muy frecuente.
En retrospectiva y en lo personal, al cigarrillo le debo horas de juventud incomparables. Aquellas largas conversaciones en la Cafetería Pop con amigos de aguda inteligencia, amigos irreemplazables que se fueron yendo prematuramente, viven hoy en el nebuloso recuerdo del humo que envolvió importantes momentos de nuestras vidas.
Mérida, marzo 2024