APUNTES DESDE MI HOGAR

Senectud

Escrito en OPINIÓN el

Suena más elegante el término senectud que el de ancianidad o vejez, a pesar de que significan lo mismo: pasos encaminados hacia el final de nuestros días. La también llamada tercera edad puede configurar un tema controversial por las diversas condiciones en que se llega a ésta, a veces con buena salud y lucidez mental, a veces en circunstancias lamentables y por demás, tristes. En virtud de que no pretendemos realizar un ensayo al respecto, vamos a abordar esta figura desde la perspectiva de la literatura y la cinematografía.

En opinión de Roland Barthes, filósofo francés: “La vejez no es más una edad literaria; el hombre viejo es muy raramente un héroe novelesco; hoy día es el niño el que emociona, el adolescente el que seduce, que inquieta; no hay más una imagen del anciano, no hay más una filosofía de la vejez tal vez porque el anciano es indeseable”. Y sin embargo, el best seller mundial, “El abuelo que saltó por la ventana y huyó”, de Jonas Johansson, es una divertida historia en la que el protagonista, el día que cumple cien años, se fuga del Retiro donde reside y comienza una aventura de la que el lector no se puede desprender sino hasta concluir el libro.

Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad” escribe un párrafo contundente al respecto: “El coronel Aureliano Buendía apenas si comprendió que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”. Uno de los diversos personajes de este libro, Melquiades, pervive la narración y atestigua los sucesos de todo un siglo en Macondo.

Aunque truculento, existe otro personaje de muchísima edad que cobra vida cada fin de año: el avaro Scrooge, de “Cuento de Navidad”, de Charles Dickens, relato que ha sido llevado al cine y la televisión en numerosas versiones. Indudablemente, el protagonista principal de la literatura hispanoamericana es Don Quijote de la Mancha a quien se define al final de sus días como “el sensato anciano”, luego de ser tildado como “viejo loco” durante sus caballerías andantes.

Después de leerla, no podremos olvidar la hazaña de la obstinada figura creada por Ernest Hemingway en “El viejo y el mar” o al agonizante hombre de 71 años Artemio Cruz, que en realidad recrea a un México decadente en la novela de Carlos Fuentes. Tampoco olvidaremos a Gepetto, el padre adoptivo de Pinocho que bien podría haber sido su abuelo, o a los ancianos magos Gandalf y Merlín, de “El Señor de los Anillos” y “La leyenda del Rey Arturo”, respectivamente. Una señorita de agilidad mental reconocida por sus exitosas deducciones detectivescas es Miss Marple, octogenaria británica que aparece en 13 de las 82 novelas de Ágatha Christie y en otros tantos cuentos breves.

Existen más protagónicos literarios de edad avanzada como La Celestina, de Fernando Rojas; Sostiene Pereira, de Antonio Tabuchi, el Tío Vania, de Anton Chéjov. En cuanto al cine, quién no disfruta la repetición de las películas de Las señoritas Vivanco, que ejercen una doble vida: como damas porfirianas y como pícaras ladronas. Una celebración al amor invernal es “Elsa y Fred”; la película francesa Amour, basada en el tema de la enfermedad en la senectud, con Emanuelle Riva. E inolvidable:Miss Daisy y su chofer, que mereció el Oscar a Jessica Tandy, en sus gloriosos 82 años.

Joyita de cine club es “Las ballenas de agosto”, en la que Bette Davis y Lilian Gish ofrecen probablemente las últimas actuaciones de sus vidas. “Horizontes perdidos”, dirigida por Frank Capra, narra vivencias en el imaginario Shangri-la, donde el Gran Lama tiene la edad de 300 años. “Umberto D”, otra gema del neorrealismo italiano plantea la problemática de un jubilado interpretado por Vittorio da Sica. Del mismo corte, “Todos estamos bien”, con Marcello Mastroiani, dirigida por Giuseppe Tornatore, así como la obra de teatro con similar tema “Todos eran mis hijos”, de Arthur Miller. En las últimas tres mencionadas, va estrechamente ligado el tema de la vejez con la soledad y el desempleo.

Por fortaleza de carácter o benevolencia en su organismo, hubo figuras públicas que rindieron utilidad a la sociedad hasta más allá del otoño en sus vidas, como fue el caso de la primera ministro israelí Golda Meir, el muy querido alcalde de Madrid, Tierno Galván; el filósofo Mahatma Gandhi, el presidente Tito de Yugoslavia, y aquí cerca de casa, el veterano Aldo Tatángelo quien ejerció durante un cuarto de siglo como Mayor (alcalde) de Laredo, Texas. Alguna vez,su hijo Aldo junior expresó: “Mi padre y la ciudad de Laredo sostuvieron un romance durante veinticinco años. La gente de Laredo lo amó y mi padre los amó a ellos”. Aquí yo agregaría: en Nuevo Laredo lo quisimos también.

Quienes conservan a sus ascendientes cercanos sea en casa o en un confortable Retiro y todavía tienen la oportunidad de brindarles algún afecto, no escatimen en ofrecer cuando menos un “buenos días” a los viejitos desarrapados que deambulan por la vía pública.

Ellos también atraviesan el síndrome de la soledad añadido a la pobreza, y van caminando por las calles, como diría Piero de Benedictis: “Viejo, mi querido viejo, ahora ya caminas lento, como perdonando al tiempo…”.