Se puede contar en días el final de este año 2024, se puede hacer de igual modo un recuento de todo lo que en él se realizó, quizás se pueda también saber cuántas veces se imploró a ese Dios por dinero, salud y trabajo, peticiones salpicadas si de esa religiosidad aprendida, pero muy poco practicada, convirtiendo esto al ser humano en el eslabón “perdido” de la fe.
Y no precisamente porque ya no acepte las normas religiosas como esas que guíen el camino de su vida en todos los aspectos, sino más bien al observar que ha dejado a un lado toda manifestación de creer en esa divinidad, para solo utilizarla como esa intermediación entre lo que se quiere lograr o desear.
La prueba, son esos templos en solitario que tan solo se llenan en épocas de festividades religiosas, lugar a donde se acude arrastrando esos sentimientos de no ser constantes en su cumplimiento, manifestando si esa presencia, pero poniendo al descubierto esa falta de interacción con lo divino a través de esos variados instrumentos de fe como el rezo mismo.
“Porque me viste, creíste” quizás esta parábola tan conocida descrita en la Biblia retumbe en muchos seres humanos, pues claro está que mientras no se “vea” a eso en que se cree, este se ira despegando gradualmente de sus vidas, provocando un distanciamiento, alejamiento que de igual modo genera esa inevitable negación.
Sin embargo, de esos muchos acontecimientos diarios, al menos estos se pudieran entender como esa respuesta divina, por ejemplo, como cuando se desea que nazca ese niño sano y así sucede, cuando se pide por ese trabajo y si se logra, cuando se implora por la salud de ese familiar o conocido cercano y se alivia.
Pero que pasa o que se piensa cuando todo sale como no se quería, cuando el recién nacido viene enfermo, cuando ese trabajo no se logra, cuando la salud del familiar o conocido empeora o muere, cuando no hay suficiente economía en el hogar.
Por supuesto que la fe en esos momentos entra en contradicción, borrándose de tajo todo lo bueno que en otros momentos le haya ocurrido, dando pie a esa repetible pregunta, ¿Por qué mi Dios no me ayudo cuando se lo implore?
Hoy es palpable que muchas cuestiones relacionadas con la religiosidad han quedado en desuso, como cuando a pregunta del porque de tantos hijos se contestaba “son los que Dios me dio”, o ante esa muerte inevitable “así lo quiso Dios”, ante la escases de alimentos “Dios proveerá” o ante esa impotencia sobre algo que ya no se podía resolver por igual se expresaba “lo dejo todo en manos de Dios”.
Cierto es que hoy la humanidad moderna se ha dejado llevar para reforzar o distanciarse de su fe de todo lo que ve y que se trasmite a través miles o quizás millones de escritos, pensamientos de personas que se dedican a “profetizar”, suponer y cuestionar en las distintas plataformas digitales, comentarios que son externados en el internet y que generan en muchos de ellos ese alivio, duda o temor.
Entonces “creen” y fervientemente de todo lo que ahí se dice, cayendo en muchas de las ocasiones en un estado de negación de incalculable penetración en sus acciones, o aceptando todo lo divino por lo que vio a través de videos o lecturas, sin importar quién es el autor, dejándose a un lado esa necesaria comprobación.
Quizás esto mismo pasaba hace muchos siglos, pues esos desconocidos profetas eran por igual los mensajeros tanto de episodios dramáticos como vaticinadores de cosas buenas para los pueblos, para la humanidad de antes.
Emil G. Kraeling (1892-1973), estudioso del Antiguo Testamento y una autoridad en documentos bíblicos externaba que los vaticinios han tenido mucha importancia, al convertirse en esos luchadores que impedían que la religión se extinguiera entre tanta rivalidad y naciones hostiles, y que al reafirmar con sus mensajes el concepto de Dios como un ser único y universal, hacían posible que tan excelsa religión se extendiera por toda la faz de la tierra.
Entonces con todo esto se puede entender, que hoy en día, esta nueva humanidad está haciendo su propia labor para comprender en qué situación se encuentra su fe, si continua por el camino ya allanado previamente por las propias religiones, rezando, acudiendo a los templos o invocando a ese ser divino para buscar ese alivio, perdón o logro, o permitir el encontrarse moral y divinamente a través de esos nuevos “profetizadores” del internet su propia luz.
Se debe entender que el ser humano requiere para creer, de mucho más conocimiento, pues aún no se ha “extraviado” dentro de su creencia divina, al continuar siendo ese “conector” vivo de su propia fe.
Kraeling citaba en uno de sus escritos lo dicho por el Profeta Amos, “La religión y la moral deben estar estrechamente enlazadas, pues, aunque la ley moral puede tenerse en pie por si sola, como toda ley natural, necesitara por siempre la ayuda de la religión para ser respetada”.