El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos plantea numerosos desafíos para México en materia de comercio exterior y política aduanera. Su periodo en la Casa Blanca, entre 2016 y 2020, fue testigo de un cambio brusco en las políticas comerciales de la nación norteamericana, con un enfoque proteccionista que buscaba “Hacer a América Grande otra Vez” (obviamente América en la visión egocentrista estadounidense), fortaleciendo su economía interna. Estas políticas tuvieron impactos directos en México, desde la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hasta la imposición de aranceles a productos mexicanos y las amenazas de gravámenes adicionales condicionados al control de la migración. Con la revisión del T-MEC prevista para 2026, el panorama comercial entre ambos países enfrenta retos que podrían redefinir las relaciones económicas y comerciales de México con su principal socio comercial.
Uno de los mayores impactos de la administración Trump fue la renegociación del TLCAN, que derivó en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Trump lo consideraba “el peor acuerdo comercial” y buscaba reducir el déficit comercial con México y asegurar una mayor participación de productos estadounidenses en su propio mercado. El T-MEC incluyó cláusulas que favorecieron la producción en Estados Unidos como el incremento de los requisitos de contenido regional en el sector automotriz, que obligó a empresas a replantear sus cadenas de suministro y fabricación. La implementación de este tratado trajo beneficios, pero también retos para México, al elevar los costos y complejidades regulatorias para cumplir con las nuevas reglas.
El regreso de Trump podría endurecer aún más los términos del T-MEC en la revisión de 2026, buscando no solo la reducción del déficit comercial, que ha aumentado en favor de México, sino también mayores restricciones en áreas estratégicas como el sector automotriz, energético y agrícola. Con un enfoque en la autosuficiencia, Trump podría presionar para que sectores clave de su economía sean menos dependientes de México, pero sobre todo de China que maquila en nuestro país, y aunque esta estrategia no es sencilla ni inmediata, sí tiene el potencial de impactar la dinámica de exportaciones e inversiones bilaterales.
Otra táctica relevante de Trump fue el uso de aranceles como herramienta de negociación, imponiendo gravámenes al acero y aluminio en 2018, alegando preocupaciones de seguridad nacional. Esta decisión generó tensiones diplomáticas y comerciales, y México respondió con medidas similares sobre productos estadounidenses, lo cual afectó la relación comercial y creó incertidumbre en las empresas de ambos países. Además, en 2019, Trump amenazó con imponer aranceles de hasta el 25 por ciento a todos los productos mexicanos si el gobierno de México no controlaba los flujos migratorios hacia el norte, discurso que ha retomado ahora en su campaña para su segundo periodo como presidente de los Estados Unidos. Aunque esta amenaza fue retirada tras negociaciones que incluyeron la cooperación en temas migratorios, demostró el riesgo latente de que temas no comerciales puedan interferir en la relación económica.
Si Trump retomara esta estrategia, México podría enfrentar nuevamente la presión de negociar en temas ajenos al comercio, como la seguridad y la migración. Para el comercio mexicano, este riesgo de aranceles punitivos añade una capa de vulnerabilidad y refuerza la necesidad de diversificar sus mercados y reducir su dependencia de EE.UU., que actualmente absorbe alrededor del 80 por ciento de nuestras exportaciones.
Durante la administración Trump, se implementaron también medidas para fortalecer la seguridad en la frontera, incluyendo el refuerzo de infraestructura y personal aduanero con el fin de combatir el contrabando y la inmigración ilegal. Estas políticas de seguridad endurecieron las revisiones en la frontera, lo que aumentó los tiempos de cruce y, con ello, los costos logísticos para empresas que dependen de un flujo rápido y constante entre ambos países.
Es muy probable que esta política de seguridad fronteriza se intensifique, con repercusiones para las cadenas de suministro. Una frontera más lenta significa mayores costos para las industrias mexicanas de exportación, que requieren una logística ágil, especialmente en sectores como el automotriz y el agroindustrial.
Por si fuera poco, durante su mandato, Trump mostró un claro desdén hacia la Organización Mundial del Comercio (OMC), bloqueando el nombramiento de los jueces que resuelven las disputas comerciales, lo cual debilitó el sistema de resolución de conflictos. A su vez, inició una guerra comercial con China, imponiendo aranceles a cientos de productos chinos, lo que repercutió en la economía global y creó incertidumbre en los mercados. En este contexto, México se benefició en cierta medida al posicionarse como su socio más confiable y cercano, pero el debilitamiento de la OMC es una señal preocupante, pues ante un sistema de resolución de disputas de la OMC en crisis, México podría verse en desventaja en caso de conflictos comerciales con Estados Unidos y la presión por mantener una buena relación bilateral se incrementaría.
Ante el regreso de Trump y la revisión del T-MEC en 2026, nos dicen que el Secretario de Economía, Marcelo Ebrard Casaubón ya está preparando las estrategias para sentarnos a la mesa de negociaciones. Pero ese es otro tema del que hablaré después. Por lo pronto vale la pena señalar que el regreso de Trump a la Casa Blanca es sin duda un reto para nuestro país, pero también abre oportunidades para innovar y fortalecer nuestra posición en el comercio global.
JOSÉ IGNACIO
ZARAGOZA AMBROSI
EXPERTO EN COMERCIO EXTERIOR
@ignaquiz