Ya es 4 de enero y cada día se ven más lejos las celebraciones de Año Nuevo. Como cada inicio de año, hay quienes han comenzado a tratar de ser mejores: acuden al gimnasio, comen mejor, se cuidan un poco más.
Cierto, habrá quienes claudiquen o, incluso, ya lo hayan hecho. Ir a un gimnasio puede resultar doloroso y como seres humanos creemos que las cosas giran a nuestro alrededor y que con tres días comiendo “saludable” y levantando pesas nos vamos a ver como atletas casi de manera mágica. Las cosas no funcionan así.
De hecho, gran parte de nuestras penurias y nuestros males no sólo vienen de una vida sedentaria. Hay cosas peores que esa. Pero... ¿qué tan saludable eres del alma? ¿Qué tan saludable eres de mente? ¿Qué tan saludable eres de sentimientos?
Sí, mucho gym, pero ¿ya te diste una vuelta a la casa de tus padres? ¿O sólo es en Navidad y Año Nuevo? ¿Ya dejaste de pelear con tus hermanos? ¿Ya pediste perdón por los errores que cometiste el año pasado? ¿Ya decidiste ahora sí darle una pensión alimenticia digna a los hijos que tuviste con esa mujer a la que abandonaste? ¿Ya le permites a tu ex que vea a sus hijos? ¿Ya los dejas ir con su padre sin la consigna de molestar a la nueva pareja?
La paz mental, el amor por nuestros semejantes, por nuestras familias son también un ingrediente indispensable para ser mejores, para alcanzar metas, para superar obstáculos.
Sí, lo sé, es una cantaleta ya muy gastada. Pero cierta.
Sólo date una idea de lo fácil que será disfrutar de un día en el gym mientras recuerdas el abrazo que te diste con tus padres a los que fuiste a ver luego de Año Nuevo. Sólo date cuenta de la paz que se siente en el corazón saber que tus hijos no sufrirán hambre porque ahora sí les enviaste una pensión digna. Sólo date cuenta de lo bien que se siente no llevar peso en el alma gracias a aquel perdón que pediste a tu amiga, a la que culpaste de tu mala relación o a la que dejaste de hablar por niñerías.
Sí, que bueno que eres ahora fit.
Sí, que bueno que ahora comes mejor.
Sí, que bueno que tu meta sea perder peso y mejorar tu salud.
Ahora compleméntalo. Date tiempo de perdonar y de pedir perdón, date tiempo de disfrutar el ejercicio de los abrazos, el ejercicio de la sonrisa, esa que embellece el alma, que la alimenta.
Y ¿sabes qué? Date también un tiempo para ti. Levántate más temprano y disfruta del amanecer, camina y siente el aire frío sobre tus mejillas, maravíllate con algún amanecer, con algún atardecer, con una noche de luna llena. También de vez en cuando levántate tarde, tómate un día, disfruta de un café, de tu amorosa cama y date un fuerte abrazo, felicítate por tus logros, por tu esfuerzo, por lo que sea que creas que es bueno para ti. Date la importancia que te mereces y disfruta la vida, recuerda que es prestada y muchas veces muy corta.
¡Quiérete!