Lo que en un principio parecía una incursión de algunas decenas de migrantes se convirtió al poco tiempo en un campo de refugiados a unos metros del puente internacional con más de mil 500 personas provenientes en su mayoría de Venezuela, así como algunos más de Colombia y El Salvador.
A diferencia de las oleadas o caravanas anteriores, esta vez el contingente se ha negado a acudir a los albergues, a pesar de que el clima ha sido más severo que en años anteriores, por esa razón se optó por colocar algunos toldos o techumbres y carpas para refugiarlos del sol tan inclemente que ha permeado en los últimos días.
Los neolaredenses han mostrado como siempre su noble corazón, pues además de la ayuda gubernamental, los ciudadanos han acudido a entregar ayuda de todo tipo, y si bien en varias ocasiones se trata de grupos religiosos, clubes rotarios y demás asociaciones, muchas de las veces se trata simplemente de personas que llegan por su cuenta, sin afiliación alguna, ya sea organizados como grupos de vecinos o amigos, y claro también en solitario, pero todos con la misma intención de apoyar.
Las necesidades van en aumento con la llegada de más contingentes que se suman al campamento, así que toda ayuda desde alimento y agua o bebidas rehidratantes y sueros, hasta ropa y calzado, será de mucho beneficio para las familias que ahí se encuentran.
Lamentablemente estas altas temperaturas han causado muchos estragos en su salud, pues la mayoría presenta cuadros de deshidratación, golpe de calor y otros males que se desprenden de esa exposición a tanto calor.
Básicamente cada una de las oleadas migratorias recientes han tenido que experimentar momentos adversos en Nuevo Laredo, pues por más de dos años el problema fue la pandemia que complicaba todo y ahora un calor de niveles récord.