Escrito en OPINIÓN el
Nos visitó Diosito en el rancho del Potrero.
Llegó en forma de lluvia.
No fue una lluvia torrencial. Ésas, las que inundan las labores, y doblan hasta el suelo las espigas, y arrasan los caminos, no son lluvias de Dios. Las manda el enemigo malo. Las lluvias santas son las silenciosas, las mansas, las humildes, las que caen lentamente como una suave bendición.
En este momento oigo sonar esta lluvia en el techo de la casa. Es un murmullo caricioso. Me alegra el alma, y le lava las inquietudes que traje de la ciudad.
Una vez le pregunté al viejo cuidador del rancho:
-Don Abundio: ¿cree usted en Dios?
Me contestó él:
-Sí. Sobre todo cuando llueve.
Ahora, por favor, no me hagan ruido.
Estoy leyendo el evangelio de la lluvia.
¡Hasta mañana!...