MAURICIO DICE

Gloria y Memo

RECORDANDO A MAURICIO Muchos lo recuerdan por su canción Polvo Enamorado, que cantó José José, otros por sus libros como Última Llamada, y algunos por su personalidad alegre, por sus artículos diarios publicados en periódicos como El Mañana de Nuevo Laredo, o Excelsior, o por sus amistades con Luis Donaldo Colosio o la Doña María Félix. Hace 100 años, Nuevo Laredo vio nacer al escritor Mauricio González de la Garza Para celebrar el centenario de su natalicio, El Mañana de Nuevo Laredo comparte algunos de los editoriales escritos por Mauricio González de la Garza. El doctor Mauricio González de la Garza nació el 6 de octubre de 1923 y falleció el 2 de julio de 1996.

Escrito en OPINIÓN el

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o como címbalo que retiñe.

Y si tuviese profecía y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.

Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece; no es indecoroso, no es interesado, no se irrita, no piensa mal, no guarda rencor. El amor no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. El amor todo lo sufre, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.

El amor nunca deja de ser... El amor no pasa jamás…

Esas, sobrinos míos, son palabras de San Pablo, palabras siempre vivas, palabras siempre nuevas.

El amor nunca deja de ser. El amor no pasa jamás. El amor es lo cósmico del Universo. Sin amor volveríamos al caos y a la noche infinita. Pero el amor, el amor entre dos es peligroso, escurridizo, fugitivo. El amor real, el cotidiano, el cercano, está a prueba con cada palpitar del pensamiento, con cada hilo de las entretelas del alma.

El amor es una pasión que no tiene por qué ser pasajera ni transitoria, por lo menos no más pasajera ni más transitoria que la vida misma. Fue Platón, el maravilloso Platón, el que descubrió que los seres humanos somos entes incompletos, menguados afanosos siempre de completarnos en los demás. Platón supo que el amor es el vínculo de la humanidad.

Enamorarse es entusiasmarse, y entusiasmarse es llenarse de Dios. Por eso el amor tiene contacto con lo divino, con lo secreto, con lo inexplicable, con lo misterioso, con todo aquello que las palabras no alcanzan más que en la más alta poesía, porque la poesía, en última, instancia, es amor puro o puro amor.

Pero el amor, ese amor que hoy, 7 de mayo de 1977, los lleva al matrimonio; ese amor que los convierte en radiancia y alegría, es una planta en la constelación de sus vidas. Tienen en sus manos un ramo de caminos en la plenitud selvática, de un futuro robusto y sonriente. De ustedes depende cada mañana, cada tarde y cada noche, que ese amor sea sinfonía, diamante, primavera y azul enamorado.

El amor es el idioma del sol, la humanidad en rama. El amor es vuelo y fantasía, regazo de luz y sílaba de ave. Mentira que el amor sea ceguera, el amor es radiografía y corazón que marca su propia simetría. El amor es brújula sonora y dardo de agua. El amor es relámpago suspendido en el tiempo de las arterias y tímida ternura de niño en Nochebuena.

El amor, como la vida, es lucha, es esfuerzo, es jardín, es majestad de cristal, es convicción y flor fecunda.

Allí, está, allí lo tienen, sobrinos míos, el amor entre sus manos, en la cobija del cielo, en el color de la esperanza, en el eterno renacer de las campanas. Es de ustedes. En ustedes está el advenimiento del amor felicidad. Déjenlo que se cumpla…

7 de mayo de 1977