La transformación de la vida institucional de un país no puede ser parcial. Todos los intentos que se han dado en ese sentido, han resultado en un fracaso. Es tiempo ya de que los gobiernos pongan sus ojos en el aspecto cultural. Que se fortalezca el tejido social con la recuperación de los valores que hicieron del pueblo mexicano una comunidad con los brazos extendidos hacia todos los confines del planeta para ofrecer alegría, amistad y solidaridad.
La frontera tamaulipeca no tiene la riqueza cultural de los primeros pueblos colonizados por los españoles y llevados a la prosperidad por el magnífico aporte de los talentos nativos que labraron la piedra para construir catedrales; sublimaron la cocina ibérica hasta darle sentido universal; llevaron los rudos oficios a los linderos del arte con formas y colores que ninguna otra paleta pudo igualar; que cambiaron las llagas sangrantes de Jesús por el nacimiento y las celebraciones de Navidad, cuando florece el amor a partir de un humilde pesebre.
¿Cómo qué?, inquiere una voz desde las galerías y Ramón Darío Cantú Deándar, desde Nuevo Laredo responde: ¡El cabrito! Un platillo típico de la región que ha sido adoptado por otras comunidades sin que ello le reste un ápice de su legitimidad como platillo netamente fronterizo. No se trata de iniciar una disputa por quién fue primero, el huevo o la gallina. Si allá hay cabrito, aquí también, el chiste será determinar cuál prefiere el consumidor.
Muy buena idea sería que desde el Palacio de Gobierno Municipal se lanzara una convocatoria para un Festival del Cabrito, en el que puedan participar todos los que quieran, previa inscripción y acatamiento de las reglas que el Comité Organizador tenga a bien establecer. Que compitan los profesionales del cabrito con las amas de casa en una lid abierta que tendrá que ganar el mejor. Quizá este sea un buen tiempo para que se inicien los preparativos del evento que puede ser un gran atractivo internacional el día de la fundación de Reynosa.
Dos meses es tiempo más que suficiente para que el municipio organice el Festival del Cabrito con el apoyo y la participación de toda la comunidad, como ha ocurrido siempre que hay un atractivo que difunda una imagen positiva de este municipio. Los clubes activos, los organismos de la sociedad civil, las personas altruistas, todos lo que aman a Reynosa porque aquí han encontrado abrigo y sustento, que hagan su mayor esfuerzo para sacar adelante la iniciativa con la participación de los medios de comunicación.
Al tradicional cabrito al pastor, a la fritada, al cabrito guisado pueden añadirse nuevas formas de preparación, de acuerdo a recetas antiguas o nuevas, para darle una variante que tiente al gusto y los paladares de las nuevas generaciones. Las posibilidades se multiplican y pueden llegar al infinito a partir de la cría tierna de cabra, que no deberá haber probado hierba. Para estimular el interés y la participación de los maestros de la cocina, puede el Municipio ofrecer atractivos premios en metálico, cien mil pesos al primer lugar, 50 al segundo y dos terceros de 25, por ejemplo. La inversión no se antoja elevada; pero, los beneficios pueden ser muchos.
Dada la gran capacidad de convocatoria que tienen las autoridades de los tres niveles de gobierno en estos días, el Festival del Cabrito de Reynosa puede convertirse en el gran evento de turismo gastronómico que la frontera necesita con urgencia. No hay que olvidar que no sólo de pan vive el hombre y que quienes aquí viven y trabajan están deseosos de eventos populares que los transformen nuevamente es una comunidad laboriosa y alegre.
Con aprecio y respeto, hasta la próxima.