Fue don Ramón Díaz de Bustamante, capitán de la Tercera Compañía Volante de Nuevo Santander, con residencia en la Villa de San Agustín de Laredo, el primero en dar la noticia sobre la insurrección de Dolores a la escasa población que para 1819 sumaba mil 460 habitantes.
Don Ramón Díaz tenía más de 20 años de ser comandante y justicia mayor de la villa. El gobernador de Nuevo Santander, don Manuel Iturbe e Iraeta, en “carta cordillera” (documento enviado a varias autoridades con instrucciones de llegar a un destinatario final, era sellado en cada lugar que se recibía) notificó a todas las villas de la provincia que el brigadier don Félix María Calleja les había dado a conocer lo que acontecía a los gobernadores.
La noticia no causó alteración en los pobladores, bien porque nadie pensaba en la independencia “pues guardaban sobrada fidelidad y amor al soberano”, o bien por el temor a las represalias de Díaz de Bustamante que se dio gusto al cometer atrocidades y ordenar que todo aquel habitante que simpatizara con la causa del cura Hidalgo “se le azotaría en la plaza de armas, se le confiscarían sus bienes y puestos en capilla fueran fusilados” por el delito de infidencia.
Quedaba prohibido hablar entre la población acerca del tema libertario o cualquier otro relativo al cura Hidalgo y sus seguidores.
Así lo dieron a conocer los bandos que hizo publicar don Ramón, en que se decía entre otras cosas:
No transitar sin pasaporte; no admitir forasteros sin él; no portar armas; prohibición de bebidas alcohólicas; que a los ladrones se castigue con cincuenta azotes y seis años de prisión; y cancelación absoluta de la libertad de expresión en asuntos de la independencia.
Con una población tan escasa, nadie se atrevía a poner en riesgo la vida de su familia y la propia, y perder además el patrimonio que tantos sudores y trabajos les había costado formar.
Todo esto sucedió en la Villa de Laredo de noviembre a diciembre de 1810, porque en enero de 1811 al peregrinar los caudillos al norte, don Antonio María Guerra informó:
En la hacienda de Santa María —cerca de lo que hoy es Ramos Arizpe, Coahuila— se presentaron a Hidalgo don José Bernardo Gutiérrez de Lara y don José Antonio Gutiérrez de Lara, prominentes vecinos de Revilla —la antigua Ciudad Guerrero— ofreciéndole sus servicios a la causa; el cura Hidalgo comisionó al primero para que se dirigiera a los Estados Unidos en busca de apoyo y armas para la lucha emancipadora, y a su hermano el clérigo don José Antonio para que exhortara a las villas del norte: Reynosa, Camargo, Mier, Revilla y Laredo, para que abrazaran la causa de independencia.
Entre los pobladores más connotados de la comarca que se adhirieron a Hidalgo, además de los Gutiérrez de Lara, fueron los hermanos Juan José y Macario Vázquez Borrego Imperial, hijos de don José Vázquez Borrego y doña Josefa Imperial. Fue don José el fundador y dueño de una de las haciendas más prósperas de Nuevo Santander, la de Dolores, donde se gestionó la fundación de la Villa de Laredo en 1755. Don Juan José Vázquez Borrego Imperial era sacerdote y se unió a la lucha de independencia y fue ejecutado en Chihuahua, en 1811.
Macario, su hermano, se unió a la causa, pero luego se sumó a la traición de Elizondo.
Poca justicia se le ha hecho a este clérigo, insurgente olvidado, Juan José Vázquez Borrego Imperial, que debe sumarse a la lista de los héroes de la lucha, nativo de estas tierras tamaulipecas para nuestro orgullo.
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It was Don Ramón Díaz de Bustamante, captain of the Wandering Third Company from Nuevo Santander, stationed at the Villa de San Agustín de Laredo, the first to announce the Dolores insurrection to the scant population which by 1819 numbered 460 inhabitants. Don Ramón Díaz had acted as the town’s commander and chief justice.
The Governor of Nuevo Santander, Don Manuel Iturbe e Iraeta in a “cordillera letter” (a letter sent to several places with instructions and which was recorded at each place that received it) notified all the towns of the province that brigadier Don Félix María Calleja informed them what would happen to the governors.
The news caused no impact on the population, either because nobody thought about independence, “ be it that they were loyal to and loved the sovereign” or because they feared the reprisals from Díaz de Bustamante who rejoiced by committing atrocities and by ordering that any inhabitant who befriended the cause of the Parish Priest Hidalgo “would be caned at the public square, would have his estate confiscated and would be put in jail on death roll to be executed” charged with the crime of infidencia (breach of trust).The population was banned from speaking about freedom or any other issue related to the priest Hidalgo and his followers.
This warning was spread by the proclamation published by Don Ramón, which read, among other matters:
No transit without a passport; no lodging strangers without it; no bearing arms; ban of alcoholic beverages; robbers should be punished with fifty lashes and a prison term of six years; and total suppression of the freedom of speech regarding independence issues.
With such a scanty population, nobody dared to risk the life of their families and their own, and to lose their possessions which were earned with sweat and toil.
All this happened in the town of Laredo from November through December 1810 as the caudillos traveled northbound, Don Antonio María Guerra reported:
In the Santa Maria estate —near what is presently Ramos Arizpe, Coahuila— Don José Bernardo Gutiérrez de Lara and Don José Antonio Gutiérrez de Lara, prominent residents from Revilla —former Guerrero City— approached Hidalgo offering their services to the cause; parish priest Hidalgo appointed the first one to travel to the United States seeking support and weapons for the emancipation struggle, and commissioned Don José Antonio, a clergyman, to urge the northern towns, Reynosa, Camargo, Mier, Revilla and Laredo, to embrace the cause for independence.
Among the most distinguished settlers that joined Hidalgo, in addition to Gutiérrez de Lara, were the brothers Juan José and Macario Vázquez Borrego Imperial, sons of Don José Vázquez Borrego and Doña Josefa Imperial. Don José was the owner and founder of the Dolores estate, one of the most prosperous of Nuevo Santander; here the founding of the privileged town of Laredo was negotiated in 1755.
Don Juan José Vázquez Borrego Imperial, a parish priest, joined the fight for independence and was executed in Chihuahua, in 1811. Macario, his brother, joined the cause but eventually joined the conspiracy of Elizondo. Little recognition has been granted to this parish priest, a forgotten insurgent, Don Juan José Vázquez Borrego Imperial, whose name should be added to the heroes of independence; he was a native of these Tamaulipas lands, of which we are so proud.