Siempre ha existido la gente que cree firmemente que Dios aunado a su religión y su iglesia, perdona absolutamente todo… y que está ahí para servir cuando se ofrezca; la inmensa mayoría ignora que hay que pagar un precio, si se quiere sobresalir en la vida.
Asistir al templo y poner los problemas personales en manos divinas, hace suponer que al trasponer las puertas de salida ya son para sí todas las posibilidades de ir al cielo… y mientras al mundo.
Sin duda alguna Dios es el soporte espiritual principal que sustenta a la familia, de tal manera que antes de salir de casa se debe tener la certidumbre de que ahí todo está bien y en armonía, para así encontrarlo al volver.
El amor a Dios es algo que nace desde muy adentro de nuestro ser, desde el fondo del sentimiento mismo… y para hacer contacto con Él, se debe saber que existe en lo más profundo y superficial de la mente del ser humano.
El criticar la forma, el color… y los defectos del carácter en los demás, no hace más que desaparecer de nuestra vista, lo que realmente nos favorece y nos esparce… y que existe a nuestro rededor. Como es el amor de Dios por nosotros.
Debemos saber que nosotros somos arquitectos de nuestro propio destino y que nuestra vida es un programa creado y manejado totalmente por la mano de Dios.
El creer tener la solución en las manos sin sustento ni experiencia es como cerrar los ojos a la verdad y la realidad. Aun teniendo todo consigo, no habrá seguridad en el saber.
Esa conciencia errada es lo que nos lleva a ver los errores y defectos en los demás, sin constancia ni conocimiento de lo que se hace y se dice en un tal o cual caso. Lo mejor es ver por nosotros mismos.
Todos sabemos lo delicado que es una crítica negativa, que regularmente y por su efecto retardado, en la mayoría de las veces su reacción es destructiva, incluso tiene el poder de torcer el destino de quien la crea.
Todo lo anterior nos deja en claro porqué somos enteramente culpables de todo lo que nos pasa, podemos vivir y morir bien, o mal, dependiendo de la instrucción recibida desde el principio, que nos dio la cultura y la forma de ver las cosas con anteojos especiales, traídos desde más allá del seno del hogar.
Desde antes de nuestro nacimiento una inteligencia divina grabó en nosotros, usando la mitad de nuestro, ser un cúmulo de valores totalmente positivos, para que con eso hiciéramos la diferencia y magnificar nuestra experiencia, en este mundo.
Nadie puede quitarnos esos valores positivos que son para nuestro bien; si no los utilizamos, vamos a emular a aquel hombre que teniendo una bodega repleta de herramientas que le servían para todo… se puso a cortar un árbol que le estorbaba, con una navaja para rasurar.
Dios está en nosotros. Nuestras oraciones debemos dirigirlas a nuestro yo interior y a lo más alto y profundo que es nuestra mente y cerebro, formado hasta su adultez por 300 millones de células nerviosas y 7,000 millones de neuronas, todas almacenan lo que vemos, sentimos y oímos, con todo lo que implica, imagen, sonido, color, sabor y olor, anterior al principio mismo de nuestra concepción.
Sólo Dios puede manejar la formidable y enorme cantidad de información que existe en el ser humano; sólo Él puede hacerse cargo de tantos y tantos circuitos y sistemas activos que representan UN UNIVERSO… Señor mío, castillo mío, mi guía, mi fortaleza, mi Creador… ante tu poder y grandeza, soy mucho menos que una brizna de polvo.
Amoroso y amante Padre Celestial: gracias por instruirnos, cuidarnos y guiarnos para encontrar caminos buenos. Amén. Amén.