El espíritu navideño fue la mejor oportunidad para reflexionar sobre los valores de la paz, seguridad y concordia con justicia social que claman los pueblos ante los graves peligros de egoísmo y subdesarrollo creciente. Contemplamos esta profunda época de incertidumbre materializada por crisis de los equilibrios internacionales y desigualdades peligrosas.
De cara al año venidero es la mejor oportunidad para repensar y corregir las enormes divergencias y brecha entre países opulentos y pobres, para reparar las injusticias y garantizar a las generaciones venideras la paz con otro nombre: el desarrollo.
Muchos pueblos empobrecidos y marginados migran en busca de polos de prosperidad, como es el caso de la migración de la corriente de América Latina que, pasando por México, se dirigen a los Estados Unidos, país que los rechaza tajantemente. La verdadera causa de esta migración es la ausencia de una agenda internacional para el desarrollo social, la cual debería ser impulsada por las Naciones Unidas. Estos seres humanos sufren el flagelo de crueles bandas criminales, polleros, barcos que lucran con el dolor humano.
El mundo actual navega sin azimut claro, los presagios son de riesgos y peligros en medio de la peor crisis de este siglo causada por la catastrófica pandemia del Covid-19 y sus variantes, que han cobrado más de cuatro millones de vidas, afectando gravemente a la economía mundial, con su secuela de desempleo, desmantelando a miles de empresas.
A lo anterior sumamos una riesgosa confrontación irresponsable entre algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, específicamente Estados Unidos y China, que deberían impulsar mejor el diálogo y abandonar la secuela de amenazas que propicia esta polarización en un contexto geopolítico en el cual los pueblos ya no quieren ser víctimas de la desesperación, desean el bienestar, justicia y paz.
Quedamos ante escenarios líquidos y gaseosos por la ausencia de políticas de cooperación y no confrontación entre las potencias.
Según estudios de la ONU, la recuperación económica mundial ha comenzado en medio de esta incertidumbre. Los daños que provocó el Covid-19 en el pasado son persistentes, dejan cicatrices duraderas en la sociedad y en la economía.
Las perspectivas de recuperación de la economía mundial para el año 2022 es de un crecimiento del 5.9%, sin embargo, han aparecido nuevas variantes de contagio que pueden frenar las cuentas alegres. Es el caso del fenómeno inflacionario en las economías avanzadas y los mercados emergentes; esta inflación desestabiliza la recuperación económica, el crecimiento, altera los equilibrios de estabilidad.
El reto final de cara al futuro será repensar en la investigación científica, la innovación, la educación a distancia, inteligencia artificial en medio de esta vorágine tecnológica.
Estamos ante una nueva realidad internacional, donde se debería impulsar el valor del capital humano, las sociedades del conocimiento, la reducción de las brechas digitales, una gobernabilidad ciudadana, democrática con nuevas tecnologías.
Recordemos que hace 47 años, la ONU, inspirándose en el espíritu de la paz y seguridad colectiva, aprobó el proyecto para el establecimiento de un “Nuevo Orden Económico Internacional” (NOEI) y la Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados, propuesta por México, basada en los principios de la Carta de las Naciones Unidas, el progreso económico y social para todos los países, muy especialmente para aquellos que se encontraban marginados de los beneficios de la economía mundial. Este documento histórico o “carta de la paz” fue la última esperanza, proclamando principios de equidad, interdependencia, seguridad internacional, cooperación, respeto al derecho ajeno con todos los pueblos de la Tierra.
2022, tiempo nublado
Escrito en OPINIÓN el