El fin del mandato de Donald Trump irónicamente también marcó el inicio de una nueva era en la política de los Estados Unidos: los violentos disturbios en el Capitolio fueron el fin del mandato de Donald Trump, perdiendo el apoyo del partido, del Congreso, de los medios e incluso de algunos en su Gabinete. Al mismo tiempo, los mismos disturbios representan el paradigma de la extrema derecha que marca con tinta indeleble su misión y visión.
Trump arrancó su campaña en junio del 2015 emitiendo un mensaje donde colocaba el nacionalismo como eje central de su esfuerzo. Pero no cualquier nacionalismo, que tampoco es sinónimo de defecto. En los hechos, a grandes rasgos, lo de Trump ha sido un nacionalismo antagónico a los principios de libertad que marca la Declaración de Independencia de 1776, que dice:
* “We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal” (Creemos en la igualdad del hombre).
* “That they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights” (dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables).
* “That among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness” (entre ellos la vida, la libertad y el derecho a la felicidad).
Ese fue el inicio de su campaña. Durante los cuatro años de su Administración, se emprendieron metas en políticas públicas domésticas y extranjeras, afiliadas a la agenda “Make America Great Again” y “America First”, respectivamente. Donald Trump no asistirá a la toma de posesión de Joe Biden el próximo miércoles 20, pero parte de su visión permanecerá para siempre en los pasillos vandalizados del santuario de la democracia, el Capitolio, cuyos disturbios fueron hecatombe y, en retrospectiva, se volvieron casi inevitables.
Hacia el fin de su mandato, el Presidente Trump retoma sus inicios. Su visita a McAllen, Texas para “supervisar la construcción de la milla 450” del muro fronterizo, resulta coincidente con el mensaje emitido una y otra vez durante cuatro años: la necesidad de un muro fronterizo para detener todo aquello que no resulte conocido. Ahí, en Álamo, Texas, el Presidente Trump agradeció al Presidente López Obrador, a quien calificó como “caballero y amigo” para después reiterar la decisión de desplegar efectivos mexicanos hacia la frontera.
Sin duda, el Presidente Donald Trump se retira, pero el trumpismo se mantiene. Si hay ciertos destellos de su Administración que permanecerán, como su visión hacia China. El Presidente-electo Joe Biden ha declarado que no removerá, de inmediato, los aranceles impuestos como parte de la guerra comercial. Sin embargo, emprenderá acciones más coordinadas con aliados históricos de Estados Unidos para contrarrestar a China.
El juicio sobre la Administración Trump recae sobre quien lo emite, a partir de sus propias experiencias y emociones. Cabe recordar que más de 70 millones de personas votaron por el Presidente Donald Trump, insólito para un Presidente en funciones. Muchos de esos votos fueron en comunidades fronterizas, particularmente el Condado de Zapata, Texas que ganó Trump en las pasadas elecciones del 3 de noviembre.
El tiempo y el beneficio de la retrospectiva proveerá mayor claridad sobre lo que fueron los cuatro años de Donald Trump en la Presidencia de los Estados Unidos. Tal y como se planteó en este espacio, los dos grandes temas que definieron el impacto de Trump sobre la agenda con México fueron comercio y migración, en ambos la Región Laredo al centro de esa interacción.
Donald Trump dejará de ser Presidente de los Estados Unidos el 20 de enero, o antes si procede el juicio político. Trump termina tal y como empezó: en la política del caos.
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Donald Trump, el principio y el fin
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