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Estructuras

Escrito en OPINIÓN el

Como olvidar mis primeras aventuras de pesca, en épocas de mi niñez y sobre aguas claras del río Corona, empotrado dentro de los litorales de la capital de Tamaulipas, me refiero a Ciudad Victoria, donde la especie que mas predomina es la mojarra africana y negra, esta ultima alcanza los 600 gramos de peso en su etapa de adultez y es todo un manjar a la hora de dejarla reposar sobre un cazo con aceite a altas temperaturas.

Hasta que se llegó el momento de explorar diferentes sectores de pesca del río Corona, los cuales nos acercaron al punto donde las aguas de este gran río desembocan sobre la presa Vicente Guerrero, ahí es el territorio de la lobina (robalo); desde ese momento la pesca de mojarras pasó a segundo plano; la lobina cuenta con un instinto depredador, nato, esto la obliga a atacar a sus presas de forma rápida e intempestiva, otorgándote el mejor golpe de adrenalina que un pescador pueda experimentar.

De inicio pescábamos de forma rústica, pescando con trampas pequeñas mojarritas, con las cuales cebábamos nuestros anzuelos, los cuales estaban conformados de botes de jugo, sedal y anzuelos, los lanzábamos al centro del río donde la corriente los arrastraba hasta las palizadas, donde por lo general se lograban los mordiscos de los peces.

Con el tiempo y motivados por lograr mas capturas, logramos hacernos de un par de cañas y señuelos plásticos, de esta forma nos fue mas fácil subir un escalón dentro de la pesca de orilla para pescar sobre estructuras mas especificas, gracias a que el río contaba con suelo de piedra y algunos bancos de arena y en sus orillas los grandes robles, con algunas de sus raíces descubiertas por el paso de la corriente, ahí se formaban grandes cuevas donde los peces anidaban; las cañas nos permitieron realizar lances mas largos y dirigir nuestros señuelos plásticos a lugares mas específicos para lograr capturas de mayor tamaño.

En tiempos de baja corriente, las aguas claras nos permitían ver el lugar donde se ubicaban los peces, bastaba con lanzar nuestros señuelos a escasos metros de sus guaridas y ver toda la trayectoria del pez, desde su arranque hasta su ataque, siempre de forma verlos cayendo en el engaño total al tragar por completo todo el señuelo, desatando la mejor de la luchas, siempre intentado regresar a su guarida tratando de zafarse el anzuelo de la boca, pegando brincos fuera del agua antes de ser arrimados a la orilla.

Otra de las estructuras de pesca favoritas se encontraba sobre los troncos hundidos, los cuales eran arrastrados por la corriente en tiempo de lluvias; cada tronco en su parte mas profunda albergaba las lobinas más maduras que se encontraban estáticas, cubriéndose de los rayos solares a la espera de que pasara su comida; estas lobinas de mayor edad alcanzaban las mejores tallas con un peso aproximado a los tres kilos. No eran abundantes ni fácil de engañar, lo cual representaba un mayor reto capturarlas, pero a la hora de engancharse te subían al trono del mejor pescador del grupo y lo portabas con tanto orgullo, hasta que alguien mas del grupo lograra la misma hazaña.

Cuéntame tú historia, tu ya conoces la mía.

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