El mundo ha pasado por demasiados episodios de crisis reales como para ya tener una idea de lo que constituye y define realmente a la naturaleza humana, sin embargo, estamos llenos de hipótesis fílmicas en donde el lado más noble de dicha naturaleza tiende a sobresalir en tiempos adversos, y esas hipótesis son siempre las que decidimos creer.
La realidad nuevamente ha puesto a prueba la ficción y las suposiciones, y el mundo actual se enfrenta a una de los peores episodios de crisis de salud de los últimos tiempos; la amenaza actual de una pandemiaha exhibido nuestros instintos más básicos de supervivencia, y de nuevo la palabra “humanidad” ha perdido su sentido de nobleza.
¿Por qué nuestro instinto de supervivencia humano nos llama a consumir más de lo que necesitamos? ¿Por qué la razón, que es lo que nos distingue de las especies salvajes, no es lo primero que despierta ese instinto?
“El Hoyo” (Dir. Galder Gaztelu-Urrutia, 2019) es una hipótesis fílmica más que busca, sino responder, sí abordar de nuevo a profundidad estas preguntas; y lo hace además plantando indirectamente una nueva en el centro de su trama, una pregunta muy sencilla: ¿Qué tipo de persona llevaría un libro a un sitio de supervivencia?
En un futuro distópico, Goreng (Ivan Massagué) despierta en el nivel 48 de lo que parece ser una prisión vertical. En esta prisión vertical, o Centro Vertical de Autogestión, cada nivel tiene dos habitantes, cada habitante puede traer consigo un solo objeto del exterior de su elección. Cada día una plataforma cargada de comida recorre todos los niveles, empezando de arriba hacia abajo, dando unos minutos a los habitantes de cada nivel para consumir lo que deseen, tomando en cuenta que se trata de un solo banquete para todos los niveles; es decir, los niveles de abajo van consumiendo las sobras de los niveles mas altos.
Tan solo con esta premisa podemos darnos una idea de las connotaciones sociales y de crítica al capitalismo que posee esta historia, lo cual si bien no es innovador u original en estos tiempos, el fundamento que sostiene su idea principal la hace particularmente relevante para la crisis pandémica mundial que vivimos actualmente.
Estilísticamente y narrativamente es una película que toma prestado de muchas anteriores de su género, pues es inevitable ver las similitudes que tiene con “Snowpiercer” (2014), del ahora renombrado Bong Joon-ho, e incluso con el clásico de ciencia ficción “El Cubo” (1997) de Vincenzo Natali. Aun así, es tan notable la diferencia en el enfoque de su idea principal que al final los puntos de comparación terminan siendo irrelevantes.
"Que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso tenerlas, sino gastarlas. Y no el gastarlas como quiera, sino saberlas bien gastar", es una frase que lee el protagonista de su objeto elegido para llevar consigo en el confinamiento: una edición del libro “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes. Una serie de cuestiones se desenvuelven en la historia que giran alrededor de esta idea del “bien gastar”, una promoción del logro del bien común resaltando la importancia de la virtuosidad individual. En otras palabras, que el bien común comienza por la decisión de cada individuo de hacer lo correcto.
Es así como el centro del mensaje moral gira alrededor de esa sencilla pregunta: ¿Qué tipo de persona llevaría un libro a un lugar como ese, donde el objetivo instintivo principal es sobrevivir? – Igual de sencilla es la respuesta: alguien que valora la supervivencia de su conciencia y su razón por encima de todo lo demás. Porque al sobrevivir la razón, sobrevive la única cosa que nos hace diferentes del resto de los animales, la virtud que hace acallar nuestros instintos primitivos; la pura definición de lo que nos vuelve humanos.
Pero esto es solo una idea más, en una película más. Otra hipótesis que nos hace pensar que tal vez “humanidad” es esa eterna lucha entre lo instintivo y lo racional, en el que también el más fuerte es el que termina saliendo vencedor.
El Hoyo
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