Esa calle provoca recuerdos en la memoria, al avanzar por ese sitio se siente como tocar la historia, una escuela aparece después de esos baldíos, de la fauna de ese parque ya se sienten sus rocíos, los pensamientos comparsan con ese sentimiento ledo, pues sí que genera ese mural, suspiros por Nuevo Laredo.
El ambiente aún abraza ese fresco de la mañana, de las fondas emanan tradicionales sabores a la mexicana, esa estrecha banqueta no evita con gente toparse, lo que invita uno a uno amablemente el saludarse.
Se alza la vista pues un edificio antiguo a pasar invita, y al traspasar su portón el camino a la izquierda indica, se le echa un vistazo a ese “don Juan” que a su edad aún no dormita, de él en otra ocasión sí que valdrá la pena su visita.
Ahí se aprecia gente animosa y trabajadora, caminan y avanzan de un edificio a otro y sin demora, transitan teniendo de fondo un mural que decora, “Nuevo Laredo de ayer y hoy” el que esta ciudad rememora.
Esa pintura sí que es un arte en narrativa, refleja el Nuevo Laredo de antes de una forma ilustrativa, frente a ella cada quien la interpreta a su manera; sin embargo, es emocionante el observar en su alto el águila, la serpiente y la bandera.
En ese trabajo en mosaica de arte italiano, el agua fluye por todos los ángulos de ese colorido plano, al ser en los cincuenta esa obra así detallada, justo por el muralista experimentado Arturo Estrada.
Por ser una costumbre diaria por esos sitios transitar, nadie ya se detiene a esa obra el admirar, por lo mismo el sol y la sombra de esos árboles son la única compañía, platicar de sus episodios históricos en ese mural ahí ya nadie refería.
¡Yo lo había visto tan sólo en fotografías! Interrumpe de ahí un trabajador, que al momento levanta su vista para admirar ese arte en esplendor, hoy, de tantas y tantas veces que paso por aquí ya hasta me lo sé de memoria, disculpe que vaya tan apurado pues empapado ya estoy de esa historia.
¡Oiga! Verdad que no estaría nada mal, el abrir por aquí un bonito acceso peatonal, sin detenerse externa con mucho drama, aquella apresurada dama, yo trabajo aquí y a usted no lo había divisado, verdad que sería fabuloso diariamente el valorarlo y no tan sólo como algo improvisado.
¡Yo sí que he sido testigo de tantas y tantas ceremonias!, han venido alcaldes, candidatos políticos hasta habitantes de diferentes colonias, expresaba un “anciano” que ahí permanece inmóvil como ya algo cotidiano, por el sol la enorme sombra que reflejaba era como un engaño, al ser aquel improvisado realmente de regular tamaño.
¡Qué bonito cuando lo toman en cuenta!, pero ¿lo ha visto?, es una lástima que de su historia la gente no sienta, pasan de largo quedando totalmente ignorado, justo como en el mural de ese tiempo atrapado.
¡Venga! Insiste aquel entusiasmado anciano, hágase un poquito para atrás indicándome con su larga “mano”, desde aquí “cobijado” como árbol y a mi sombra, podrá con más tranquilidad el disfrutar la narrativa de esta gran ciudad que hoy asombra.