LUTO

Muere 'Chava' González, el fotoperiodista de Nuevo Laredo que odiaba las injusticias

Desde muy joven demostró su capacidad de asombro; aprendió a retratar la noticia desde distintos ángulos y creó obras de arte

Escrito en NUEVO LAREDO el

¿Qué onda peladazo? ¿Qué hay que hacer hoy?, preguntaba Salvador González González mientras sostenía su cámara con ambas manos, listo para salir a la acción, para atrapar en imágenes la noticia.

Luego de recibir asignaciones y saber con quién había que salir a la calle, se levantaba de su silla de un salto. “¡Órale, flaca, vamos a chingarle a la calle!", le decía a Mónica cuando le tocaba acompañarla a buscar las noticias.

Muy alto, fuerte y arrebatado. Su carácter era el de un toro, dispuesto a embestir a aquellos que abusaban, a aquellos que se escondían detrás de un uniforme o un nombramiento y que no respetaban a la ciudadanía o a sus compañeros periodistas.

Un apretón de manos y palmada en la espalda fuertes, intensas, mirada de acero, puños cerrados con fuerza era la forma en que Salvador, "Chava" González, para los amigos, hacía llegar su mensaje de solidaridad.

“No te dejes, cabr…”, replicaba a los amigos que se acercaban a contarles las injusticias que sufrían, los apuros laborales y familiares. Luego de escuchar las quejas y lamentos, "Chava" abrazaba fuerte mientras en silencio pedía seguir adelante.

Era arrebatado y no se dejaba de nadie, no le importaba si quien lo increpaba era un funcionario de alto nivel, un soldado o policía. Respeto mutuo era su prioridad. Y no se rajaba ante nada ni nadie.

Le encantaba repartir guamazos y era bueno para mover los puños. Nunca lo vi perder una pelea, pero tampoco lo vi abusar. “¿Ya estuvo?”, preguntaba a su rival que entonces irremediablemente había perdido.

A veces, "Chava" gustaba de hacer bullying a sus compañeros, pero casi de manera inmediata se disculpaba a su manera: “No te creas pelao, es pura guasa”.

Y así como se burlaba y disculpaba en minutos, también se burlaba de sí mismo cuando alguien le hacía bullying.

“Cuiiiiidate, oik los consejos, Porky te ves muy gordo”, le comenté una vez durante una de las posadas a la que asistió acompañado de Cristela, su esposa, compañera de vida y madre de sus hijos Ángel Salvador y Darío Román. Su respuesta fue una risotada que contagió a todos los que estábamos en aquella mesa.

“Sí, engordé de madre”, reconoció y volvió a soltar otra risotada.

Chava era de sangre liviana, de carácter fuerte pero afable, de hombro que ofrecía a sus amistades, a quien lo necesitara. Tenía frases para todos y era su forma de decir “te quiero”. Peladazo era una de sus formas y le ponía un tono que daba gusto escucharlo. Pero también se dirigía a otros como “campeón”, “mijo”, “parejita” y muchos más…. En toda sus formas, eran sus palabras de aprecio.

Y Chava no solo era bueno para los “guamazos”, también adoraba la pesca y era terco como una mula. No le importaba estar tarde y noche con el agua hasta el pecho mientras sostenía su caña en espera de una buena presa. Gustaba de la caza y adoraba cocinar: “Si no cierra, es que yo hice el taco”, publicaba seguido.

Y en el plano laboral era como cuando iba a pescar o cazar: dedicado a morir.

Su lente era grandiosa y mantenía ardiendo siempre la llama de su capacidad de asombro. Decenas de imágenes de su lente llenan mi memoria.

Mucha de ellas muy especiales, pues no se concentraba sólo en el hecho, sino que gustaba de mirar alrededor, de captar las emociones de aquellos a quienes la angustia, el miedo o el asombro transformaban sus rostros. “¿Qué peladazo? ¿Le gustan esas fotos o me voy a tomar otras mejores?, preguntaba al llegar a la redacción de El Mañana, donde laboró largo tiempo bajo la dirección de Sandra Jasso, otra artista de la lente que lo cobijó y llenó de consejos, que "Chava" más tarde aprendió a aplicar en las calles.

Como todos los que laboramos en medios de comunicación, un día "Chava" cambió de rumbo y de trabajo, pero jamás estuvo apartado.

En este oficio nunca dejamos de ser hermanos y "Chava" siempre honraba esa regla. Un buen día no hace mucho, Cristela, su esposa, nos dio la noticia que "Chava" estaba en un hospital.

Fue discreta, no dio detalles, pero pronto nos enteramos de una u otra forma que su enfermedad era terrible. Postrado en su cama de hospital, "Chava" publicó un agradecimiento a un médico del IMSS que lo atendió y que decidió dejarlo internado.

Aún débil y adolorido estaba dispuesto a trabajar duro por aquellos que no reciben la atención médica “como Dios manda”, pero primero prometió trabajar para recuperarse. Por desgracia, su salud empeoró, entraba y salía del hospital, operación tras operación.

No tardó en darse a conocer su diagnóstico, nada bueno.

Sus compañeros y amigos guardamos silencio por respeto a "Chava", que decidió luchar, luchar y luchar.

“¡Nunca me le he rajado a nada ni nadie y esta vez no será la excepción. hasta el último aliento de vida le pelearé a esta enfermedad!”, comentó "Chava" a sus amigos.

Y, querido por muchos, "Chava" recibió amor, apoyo incondicional, aprecio de muchas formas, se organizó una cruzada de amigos que hicieron actividades, que lo visitaban, que lo animaban a seguir luchando, a mantenerse firme.

Sin embargo, el mal estaba muy avanzado y "Chava" perdió la batalla, la más dura de todas y partió.

La verdad, nunca se irá del todo, estará aquí presente y hasta escucharé su frase: “¿Qué onda peladazo? ¿Qué hay que hacer hoy?”.

Fuerte abrazo.