En los pasillos de la Universidad Tecnológica de Nuevo Laredo (UTNL), donde cada día se escriben nuevas historias de aprendizaje, destaca la inspiradora trayectoria de Orlando Vargas Silva, estudiante de Técnico Superior Universitario en Mantenimiento Industrial, quien a sus 48 años demuestra que los sueños no tienen fecha de caducidad.
Mientras otros podrían ver su edad como una barrera, Orlando la ha convertido en su mayor fortaleza. Con humildad y una sonrisa franca, relata cómo ha encontrado en la universidad un lugar donde la experiencia y la juventud convergen en un aprendizaje mutuo y enriquecedor.
“Al principio algunos me veían diferente, pero con el tiempo aprendimos a trabajar juntos. Yo comparto lo que sé por mi experiencia laboral, y ellos me ayudan con la parte teórica. Nos apoyamos como un verdadero equipo”, comparte Orlando con orgullo.
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Su rutina diaria es un verdadero ejemplo de disciplina, amor familiar y compromiso. Por las mañanas, acompaña a su hija a sus prácticas profesionales; después, cumple con su jornada laboral en la empresa STI, donde da mantenimiento a tráileres; y por las tardes, acude puntualmente a sus clases en la UTNL. Sus noches, lejos de descansar, están llenas de tareas, proyectos y sueños por alcanzar.
“No es fácil, pero nada es imposible. Todo se puede queriendo”, afirma con convicción. Y es que para Orlando, estudiar no es solo una meta personal, sino también un legado que quiere dejar a su familia y un ejemplo vivo para quienes creen que ya es tarde para comenzar de nuevo.
A punto de concluir su TSU y dar el siguiente paso hacia la Ingeniería, su mensaje para quienes dudan en continuar sus estudios es claro: “No pierdan la oportunidad. Sí, cuesta más trabajo, pero si uno se esfuerza, lo logra. No hay edad para aprender, ni límites cuando se tiene voluntad.” En él se ve que los sueños no envejecen, y que con perseverancia, cualquier meta es alcanzable.