En Nuevo Laredo, los cielos anuncian tormentas que nunca llegan. Cada año, los habitantes observan con frustración cómo los sistemas de lluvia que parecían inminentes se desvían hacia otras regiones, dejando tras de sí nubes pasajeras y la tierra aún más seca. Esta situación, que antes parecía eventual, se ha convertido en una constante desconcertante.
Predicciones de lluvia con más del 90% de certeza han fallado de manera reiterada en los últimos años. Las precipitaciones, antaño abundantes durante el mes de mayo, han dejado de aparecer con regularidad.
¿Por qué no llegan las tormentas a Nuevo Laredo?
Este fenómeno no es exclusivo del noreste de México, pero en esta ciudad fronteriza es especialmente notorio, transformando por completo lo que antes era considerado un patrón estacional confiable.
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Y no, esto no obedece a la "presencia de ovnis" como la gente escribe en son de burla en las redes sociales, comparando la región con el fenómeno de Tampico con los huracanes que se desvían, aludiendo a ayuda "extraterrestre", que como fantasía colectiva le ha servido al puerto como un atractivo turístico.
La variabilidad climática es una de las razones de fondo. Con el incremento de las temperaturas globales, el comportamiento atmosférico se ha vuelto más errático.
Los sistemas de baja presión que antes se fortalecían sobre el territorio ahora se dispersan o cambian trayectoria ante condiciones locales desfavorables.
Deforestación y urbanización
Además, la deforestación y la urbanización han alterado la humedad atmosférica, modificando la posibilidad de que las nubes descarguen agua en esta zona.
Mayo solía ser sinónimo de lluvias en Nuevo Laredo. Era el mes que renovaba acuíferos, alimentaba el campo y ofrecía un respiro tras el calor inicial de la primavera.
Hoy, esta actividad ambiental se desvanece en medio de cielos despejados. A pesar de que los datos indican una temporada húmeda de más de cinco meses, los días mojados no se presentan con la frecuencia esperada.
Las tormentas que se desvanecen han pasado de ser una rareza meteorológica a un símbolo del cambio climático que enfrenta Nuevo Laredo y la región.