SALUD

Cáncer de la burocracia carcome al IMSS de Nuevo Laredo

Los trabajadores tardan en atender a los pacientes, quienes en ocasiones llegan con problemas severos; las citas son programadas hasta por varios meses

Escrito en NUEVO LAREDO el

El IMSS en Nuevo Laredo está enfermo y es grave. El burocratismo es un cáncer que carcome al instituto desde adentro y que condena a sus pacientes a ver crecer sus enfermedades, aún las peores, sin que nadie los atienda. La parte más enferma, -podría decirse en lenguaje médico- en estado 4, o fase terminal, es el hospital.

Ahí, los pacientes esperan horas para recibir una respuesta y la mayoría de las veces es incompleta o se les refiere a otra ventanilla, a su clínica o simplemente los regresan a casa a esperar una cita que en la mayoría de los casos tarda meses en llegar o simplemente nunca. Mariano es un ejemplo de que el burocratismo que ejercen los empleados del IMSS puede ser grave, incluso, mortal.

El paciente cardiaco espera desde hace más de dos meses una cita en el Hospital del IMSS para que lo vea el cardiólogo, pues durante casi un año sufre de cardiopatías. Sabe que debe ser intervenido quirúrgicamente, pero peor que la enfermedad es la espera. Dos meses después, Mariano se entera de que en el Hospital “De la Bandera” no hay cardiólogo, por lo tanto, su cita jamás llegará.

“¿Por qué no dicen nada? Podría haber ido con un médico particular”, se queja.

Sin embargo, la propuesta no escuchada de Mariano, de pedirle a un cardiólogo particular un resumen médico y acudir a la subdirección del hospital y proponer que sea ese diagnóstico válido para pedir su traslado a la Clínica 34 de Cardiología en el IMSS de Monterrey, se estrella con el burocratismo que no solo no ofrece respuestas, sino que ni siquiera atiende su petición. “Uy, señor… aquí debe tener mucha paciencia. Nosotros llegamos a la 8:00 de la mañana y todavía nadie nos atiende”, dijo doña Guadalupe, una mujer que tiene problemas con sus oídos y que, ya al mediodía, espera a ser atendida mientras, dentro de una oficina, un numeroso ejército de burócratas juega con sus teléfonos.

“¡Ayer vinimos, poquito antes de las 8:00 de la mañana y nos fuimos a la 1:00, hartos porque nadie nos atendió!”, se quejó José mientras hacía fila frente a una ventanilla en cuyas letras negras se lee “Coordinación Médica”. Adentro, hay una mujer de blusa clara y pantalón negro sentada frente a un escritorio que ocupa un hombre de camiseta amarilla.

Ambos tienen horas de mirar sus teléfonos y a veces cruzan unas cuantas palabras. La puerta de esa oficina de cristal se abre de vez en cuando.

Mujeres y hombres vestidos de blanco o de colores claros van y vienen con papeles, pero no miran a nadie, no levantan la vista, sólo llevan documentos de un lado al otro. Afuera del edificio, un hombre en muletas, sin una pierna, se mira desorientado. Sus ojos están rojos, tristes.

Su hija murió de cáncer en un hospital privado, a donde fue referida a iniciativa de un médico del IMSS. Ahora, no sabe qué hacer, no tiene dinero para enterrarla y su esperanza es que el Seguro Social le ayude con los gastos funerarios, pero deben trasladarla de regreso. Pero de nuevo el cáncer del burocratismo ataca y duro.