LOCOMOTORA DE VAPOR

Nuevo Laredo da adiós a la locomotora La Emperatriz

Don José, extrabajador por 40 años en ferrocarriles, uno de los muchos neolaredenses que fueron a despedirla

Créditos: Daniel Méndez
Escrito en NUEVO LAREDO el

Luego de 12 días de permanecer en México, ayer La Emperatriz 2816 terminó su viaje por tierras mexicanas.

Su último avistamiento fue en Nuevo Laredo a las 11:09 de la mañana, justo antes de ingresar a Estados Unidos por el puente ferroviario que une a ambos países.

Desde muy temprana hora, 7:00 de la mañana, los neolaredenses comenzaron a concentrarse en el patio trasero del Archivo Histórico, Estación Palabra y las oficinas de Correos de México.

Sin importar el clima que prevaleció durante las primeras horas del día, José Santos Elizondo Martínez, extrabajador de Ferrocarriles Nacionales de México, se hizo presente con su familia, para despedir a la máquina de vapor.

“Trabajé por 40 años en Ferrocarriles, íbamos a los desfiles, nos ponemos la gorra, el pañuelo y pues hoy estamos aquí para recordar mi juventud. En 1997 entré a trabajar en una compañía de Laredo, Texas, después comencé a trabajar en el Águila Azteca donde me hice ferrocarrilero”, dijo José, quien llegó a ser jefe de dormitorios en el Águila Azteca.

Para él y para cientos de personas, el paso de La Emperatriz es un hecho histórico que no volverá a repetirse.

“Esto es algo histórico y queremos ser parte del paseo que se está dando por última vez”, expresó Marisela Vázquez Rocha, quien lució un vestuario típico mexicano y además recordó el último viaje que hizo junto a su esposo en un tren. La Emperatriz, como es llamada esta máquina construida en 1930, inició su viaje el 24 de abril desde Calgary, Canadá, recorriendo un total de 11 ciudades; sólo hizo dos paradas en territorio mexicano.

En su viaje de entrada a México, el 30 de mayo por la mañana, lucía elegante y la fumarola le daba el toque antiguo; sin embargo, a su regreso, todo fue distinto, pues era remolcada por una máquina moderna, que impedía ver su majestuoso frente, y aun así, los neolaredenses le dieron el último adiós a la que pronto se convertirá en una máquina de exhibición.