Don José sonríe y en su rostro esculpido por el tiempo se asoman el recuerdo, la añoranza, la alegría, la anécdota. El 29 de octubre cumplió 36 mil 500 días de abrir los ojos a la vida, de escribir una historia de 100 años, de buenos, excelentes y malos momentos, de luchar por su familia, de sacarla siempre adelante con amor, ejemplo y los valores por delante.
Nacido en Tayagua, Zacatecas, José Reyes Ortega llegó muy joven a Nuevo Laredo, ciudad a la que adoptó como suya, a la que dedicó gran parte de su vida, a la que amó cada instante y le dio alegrías, tristezas y desafíos, a los que siempre enfrentó con la frente en alto y con la esperanza anidada en su alma y corazón.
Casado con María Rita Díaz de Reyes, el joven José formó en Nuevo Laredo una familia pequeña, de tres hijos, que le han dado dos nietos y un bisnieto.
Con esfuerzo y dedicación les dio educación y en ese núcleo hay dos maestras y un licenciado en Diseño.
A sus 100 años es ejemplo de vida. Cada tanto bromea y hasta hace escarnio de sí mismo, pero también está orgulloso de si mismo.
El joven José trabajó en el campo, allá en su natal Tayagua. Se levantaba a diario a las 4:00 de la mañana para dar de comer a los animales, para atender sus labores de caballerango y para, en ratos, darse el gusto de montar.
“Tenía tres caballos buenos”, dice Don José, quien explica que esos son aquellos que te llevan a buen paso a tu destino.
Vivió en el rancho de su abuelo hasta que la muerte se lo arrebató.
Con la desaparición del patriarca, llegó la desgracia. Uno de sus tíos vendió todo: tierra, caballos, vacas y la familia quedó prácticamente en la calle.
“La vida se puso muy dura”, cuenta.
Fue entonces que decidió venirse a Nuevo Laredo, en busca de progreso.
Amigo de la familia Aguilar
El joven José tuvo también fortuna. Conoció a Don Jesús Aguilar, padre de Antonio Aguilar, abuelo de Pepe Aguilar y bisabuelo de Ángela Aguilar, una familia famosa, dedicada al campo, a “la cantada” y amante de los caballos.
“Me decía Don Jesús: ‘Escógeme el caballo más manso, más dócil, pa’montarlo’”, cuenta Don José.
De joven su pasión fueron los caballos y en el rancho de la familia Aguilar se le veía a diario sobre un caballo negro azabache, al que recuerda con el nombre de “El Milagros” o en una yegua blanca conocida como “La Valla”.
Fue amigo personal de Antonio Aguilar, con quien compartía su pasión: los caballos y con quien pasó gratos momentos allá en Zacatecas.
Una vida de trabajo y de orgullo
En Nuevo Laredo, la vida del campo no era opción. Debió buscar otros rumbos, fue electricista, pero al final se convirtió en albañil. Siempre dedicado, siempre listo para avanzar, Don José ascendió muy pronto y se hizo “maistro”.
Muchos edificios de Nuevo Laredo llevan en su interior el sudor, el esfuerzo y la dedicación de Don José. Además, se convirtió en hombre de confianza de muchos empresarios de Nuevo Laredo.
Algunos de ellos fueron Don Eladio Garza y su esposa Elisa, de las zapaterías de Guerrero y Arteaga. De hecho, el edificio de ese negocio fue hecho en parte por Don José.
Con el tiempo se especializó en pisos y azulejos y su huella se puede encontrar en muchas construcciones famosas de Nuevo Laredo, como la Catedral del Espíritu Santo, la Cruz Roja –el área de bebés—y el Hospital San José.
Su dedicación y amor por su oficio lo llevó a construir cuatro casas para su familia, dos de ellas pegadas sobre la Manuel M. Ponce, casi esquina con la Perú.
“Esa escalera yo la hice”, señala orgulloso con su mano aún fuerte, pero marcada por los surcos del tiempo.
Largo matrimonio y familia unida
Don José y Doña María Rita siguen juntos, como el primer día, desde el 23 de marzo de 1956. Su familia es unida y el padre ha predicado con el ejemplo, ha hecho de los valores y el amor parte importante de los suyos.
“Tengo buenos hijos”, comenta orgulloso y su esposa, Doña María Rita lo confirma.
“Fuimos criados en el amor y los valores. Nunca nos dejó distraernos del estudio y nos dio educación. Somos dos maestras y un licenciado en Diseño”, dijo María de los Ángeles y la secundaron sus hermanos, Martha y José Arturo.
De niños, siempre los llevó él mismo a la escuela.
“Son un montón y ahorita andan taloneando”, dice a manera de broma, pues sus dos hijas, maestras, ya están jubiladas.
Extensa vida sin alimentación especial
Los 100 años que Don José ha vivido no tienen nada qué ver con la alimentación. Comió lo que comen todos los albañiles.
Doña Rita cuenta que le ponía en su “itacate” taquitos de harina o maíz “de huevito, de frijoles, de carnita, nopales, de lo que hubiera en ese rato”.
A las 7:30 de la mañana, de manera religiosa, Don José desayunaba y al mediodía, la comida en la obra.
“En mi juventud, a veces (se tomaba) una cervecita”, pero su familia asegura que jamás hubo excesos.
Lo que sí están seguros es que el ejercicio ayudó a Don José a llegar a sus 100 años.
“Le gustaba andar en bicicleta. Daba vueltas por la Unidad (Deportiva Benito Juárez)”, cuenta una de sus hijas.
Fue aficionado al beisbol, fiel a los Tecolotes, desde el parque que estaba por la Maclovio Herrera, en el Ojo Caliente.
Muy sano, pese a su larga vida
Don José es un hombre afortunado. No padece ninguna enfermedad crónica, conserva todos sus dientes y cada que acude al médico recibe felicitaciones.
“Tiene la presión de un muchacho de 15 años”, aseguran sus hijas que le dicen las enfermeras y los médicos.
A sus 100 años es como en su juventud, muy alegre y le gusta echarse sus chistes, aunque a veces el blanco de las bromas es él mismo.
“Estoy bien… ¡bien jodido!”, dice y suelta la carcajada.
Sin embargo, la edad se le echó encima. Su abrigo de arrugas no lo salva de los achaques y de las dolencias propias de la edad. Batalla para caminar, pero lo hace apoyado en una andadera.
Consciente de que cumplir 100 años no es cualquier cosa, Don José envía un mensaje a la juventud de hoy en día. No, no habla de ejercicio, no habla de trabajo.
“Es muy bonito saber trabajar y disfrutarlo”, dice como aclarando que eso no lo es todo en la vida.
Cuando se le pregunta qué consejo les daría a los jóvenes, es simple, sencillo: “Vivan bien, que haya mucho amor y tiempo en familia”.