Los sellos de madera fueron un instrumento de mucha utilidad pedagógica para premiar o castigar a sus alumnos.
Estos cubos de madera con un dibujo y una frase impresa en alguno de sus lados eran capaces de provocar las más diversas emociones de alegría o motivo de preocupación cuando el sello en tu cuaderno no era el esperado.
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Los sellos de madera escolares
Esta curiosa forma de comunicación fue muy recurrente en generaciones desde la mitad del siglo pasado hasta los primeros años del presente siglo XXI.
Entre las pertenencias que no podían faltar en la bolsa de los maestros, además del típico borrador con orilla de felpa y la caja de gises, se encontraban los sellos de madera como instrumento pedagógico imprescindible.
Los sellos de pánico
Existían unos sellos que realmente causaban terror entre los estudiantes, como un pequeño diablito con la leyenda de mala conducta o un oso descansando plácidamente en un tronco con el mensaje de "no trabajó".
El cerdito del desaseo era uno de los impresos que nadie quería tener en su tarea, ya que era motivo de burla entre los compañeros o desaprobación de los padres.
La tortuga de "impuntual" o el cotorro de "platica mucho en clase" no eran precisamente un motivo de orgullo y muchos alumnos preferían incluso, arrancar las hojas del cuaderno para no manchar el historial escolar.
Los sellos del orgullo
En contraparte, había sellos que los niños exhibían como motivo de orgullo: una abeja era un premio visual al trabajo en clase o un ángel que indicaba buena conducta era suficiente para pedir un buen "domingo" a los padres.
Los sellos dejaron de utilizarse porque quienes formulaban los planes de estudios argumentaban que era demasiada presión psicológica al alumno o incluso, motivos de bullying entre los compañeros de clase.
Sin embargo, los sellos de madera escolares fueron parte de la vida estudiantil de varias generaciones recuerdan con mucha nostalgia.